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El baúl de la historia

El estudio del colegio Santiago Apóstol

El actual centro se inauguró en Mieres en 1918, aunque sus orígenes datan de 1904

El comienzo de forma oficial del colegio de los frailes en Mieres tuvo lugar cuando Eustaquio Ballestero Rodrigo comunicó a las autoridades que desde el día 1 de septiembre de 1904 se establecía el colegio de Santiago Apóstol. Se debe de decir que era una fundación de Enriqueta de Guilhou, quien era la esposa de Ernesto Guilhou y a su vez propietario de la empresa Fábrica Mieres.

Tenemos constancia de que la familia Guilhou, en menos de tres generaciones, pasaron del judaísmo al catolicismo, que en aquel momento practicaba con fervor Enriqueta Guilhou y sus hijas. Una de ellas, Jacqueline, ya era en aquel momento marquesa de Villaviciosa de Asturias y su otra hija, de nombre Marta, sería años después la condesa de Benhavis, para más tarde convertirse en condesa de Mieres.

Este colegio dedicado a Santiago Apóstol sería dirigido por los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Mieres. Sus enseñanzas comenzaron con el siguiente programa: Religión y Moral, Lectura y Declamación, Caligrafía, Lengua castellana, Lengua francesa, Historia de España, Historia Universal, Geografía, Aritmética, Geometría, Contabilidad, Teneduría de libros, Ciencias, Música y Dibujo. Aunque el programa parezca ostentoso, no era una enseñanza de élite, sino más bien una enseñanza elemental con los medios esenciales de los que -por desgracia- no llegaban a disponer la mayoría de las escuelas de aquella época.

El colegio se estableció en un viejo caserón del barrio de La Villa con una capacidad de 120 alumnos. Con el fin de celebrar la inauguración del colegio, se celebraron varios actos siendo estos presididos por una joven Marta Guilhou, que era la segunda nieta del fundador de la empresa Fábrica Mieres.

La acogida de esta nueva propuesta escolar fue todo un éxito y por eso el colegio se quedó pequeño trasladándose a los locales de la calle Camposagrado. Ante esto, tanto la empresa Fábrica Mieres como la familia Guilhou, deciden construir un moderno edificio para terminar con la dispersión de aulas. En noviembre de 1915, ya fallecido Ernesto Guilhou, se inicia la construcción del actual colegio, el cual sería inaugurado apenas tres años más tarde.

Con el paso de los años, los primeros antiguos alumnos de este colegio, convertidos en adultos que ya peinaban canas, deciden volver a vincularse con el colegio y sus profesores, fundando para ello la "Asociación de Antiguos alumnos del Colegio de Santiago Apóstol". Al poco tiempo de constituirse lograron reunir algo más de un centenar de socios.

Transcurrido unos años, observaron que en las solicitudes para ingresar en la asociación se presentaban un buen número de jóvenes que no habían sido alumnos del Colegio de Santiago, pero tal era el afán de la Junta Directiva de aquél tiempo de reunir el mayor número de jóvenes que ostentasen el calificativo de católicos que convirtieron en exalumnos a la totalidad de la sociedad mierense. Lógicamente, esto conllevó que se pasara a denominar como "Academia de Santiago Apóstol".

Aunque lo más llamativo sería que aparte de cambiarse el nombre decidieron que esta asociación debería tener su propia Bandera. Para ello encargaron tal tarea a las Hermanas Dominicas del Colegio Santo Domingo de Guzmán de Mieres, que una vez finalizada se catalogaría, según los expertos, como una verdadera obra de arte bordada con hilos de oro y plata sobre seda amarilla y roja. Esta bandera fue bendecida en las instalaciones del colegio de Santiago Apóstol, en la mañana del 25 de julio de 1927. Para ello se celebraron una serie de actos especiales que comenzaron a las ocho de la mañana, con una misa de comunión, a cargo de José María Muñiz Prada a la cual asistiría un inmenso gentío, hasta el punto de quedarse pequeña la amplia capilla. Comulgaron unos cien académicos y, a continuación, tendría lugar un suculento desayuno en un aula del colegio, al cual asistieron todos los comulgantes.

Aquel día, se dispuso una tribuna bajo doseles en el patio de las escuelas, la cual estaría presidida por una estampa del Apóstol Santiago. Cuando colgaban las diez, llegaría en coche el obispo de la Diócesis, quien oficiaría una misa rezada con orquesta y que sería cantada por un coro de jóvenes alumnos. Una vez terminada la misa obispo de la Diócesis se encargaría de bendecir la bandera, actuando como madrina del acto, Marta Heredia.

Ya en el patio del colegio, se celebraría un mitin de propaganda católica en el que hicieron uso de la palabra Celso García Canteli, presidente de la Academia Santiago Apóstol; Manuel García Peláez, periodista y antiguo alumno del Colegio de Santiago Apóstol; Antonio Álvarez Solís, que era redactor de "El Debate" y exalumno del mismo Colegio; Víctor Méndez Trelles, presidente de la Acción Católica de Mieres; José María Gil Robles, de la Confederación Nacional de Juventudes Católicas (años después sería el principal líder de la derecha política española durante la Segunda República); rematando los discursos el obispo de Oviedo.

A la una de la tarde tendría lugar la comida-homenaje a los oradores y representaciones de las juventudes. A las tres, se ofreció un café de honor a las representaciones oficiales, oradores, socios de número y protectores en los locales de la academia.

A lo largo de su vida, la enseñanza en este centro solamente se interrumpió en dos ocasiones y de forma breve, como ocurría con los hechos de la revolución de 1934 y la guerra civil. Estos hermanos darían clase a cientos de niños del concejo de Mieres durante casi 68 años.

En otro orden de cosas, se debe de citar que la llegada de Hunosa al panorama minero, haría que esta empresa se hiciese cargo brevemente de este colegio, hasta que en el año 1972 sería cedido al Ministerio de Educación para que entrase en la red pública de enseñanza. Esta noticia no sería bien acogida por gran parte de la sociedad mierense, que opinaba que este colegio era puntero en la enseñanza y que en él se habían formado grandes personalidades.

Años después de la cesión de este colegio, un grupo de alumnos capitaneados por Marcelino Camporro y el infatigable José María Pellanes, deciden entregar la bandera de la Academia Santiago Apóstol y toda su documentación a un sitio donde se garantizase su guarda y custodia.

Por ello, un 13 de octubre de 1990 y desde Mieres en horario de madrugada, saldría abordo de un autobús de la empresa Fernández una numerosa representación de antiguos alumnos del Colegio Santiago Apóstol de Mieres, cuya embajada portaría la vieja e histórica bandera que fue divisa y enseña de esta asociación mierense para dejarla depositada en el Museo del Monasterio de Santa María de Bujedo, conocido igualmente como Bujedo de Candepajares y que se ubica a una decena de kilómetros al sur de la ciudad de Miranda de Ebro en Burgos.

Este lugar es en la actualidad la residencia de los venerables ancianos, pertenecientes a San Juan Bautista de La Salle. Retomando esta anecdótica historia, que como habíamos comentado llevaría hasta Bujedo unos 30 antiguos alumnos que acompañados por sus familias, elevaría el número de visitantes a 50 personas, harían el viaje hasta Quintanapalla de Arlanzón donde llegaron a las tres de la tarde, y después de una parada para comer, continuarían ya sin demora a Bujedo, donde llegarían en torno a las siete de la tarde. Aquel día los mierenses dormirían en el propio Monasterio de Bujedo, para regresar el domingo.

Los actos de la entrega de esta valiosa y representativa bandera acontecerían el domingo por la mañana, siendo presididos por varios exprofesores del Colegio Santiago Apóstol de Mieres, que ya estaban retirados por la edad y que vivían en Bujedo, que aún es un lugar de remanso, de sosiego y de paz castellana. Para el acto acudirían también otros religiosos que residían en el Monasterio de la Santa Espina de Valladolid y en otro bautizado como de las Arcas Reales, situado en las afueras de esta última capital. Como acto estelar, tendría lugar una misa en la que se desarrolló la ofrenda, y que fue oficiada el domingo a las 11:30 de la mañana por el hermano Pablo Pavía, dado que estuvo como director del colegio en Mieres y que además había sido promotor de la "Asociación de Antiguos Alumnos", la cual fue fundada después de la guerra.

Como se imagina el ávido lector, en aquel acto ocurriría por fin que los antiguos alumnos allí donasen a Bujedo, la bandera, junto al libro de actas de la asociación y el de asociados en el que aparecían los nombres de más 700 alumnos, quedando así custodiado en un lugar apropiado, organizado y catalogado.

En aquel momento, Mieres no contaba con un lugar donde depositar estos dos elementos, que forman parte de la historia de nuestro concejo y de centenares de mierenses. Por lo que gracias a esta sabia decisión hoy en día podemos contemplar esta bandera, aunque sea lejos de Mieres. Desgraciadamente en Mieres hasta hace unos pocos años no teníamos la cultura de mirar y guardar lo "viejo", afortunadamente esto ya está cambiando poco a poco.

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