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Los recuerdos de mi lápiz

Pañeda, un símbolo con corazón

La figura de un felguerino que quedará para siempre en el recuerdo

Puede ser que siempre, siempre, nos quede un hálito de tristeza. Pero hoy, hoy nos invade una inmensa y sana alegría, porque todos los amigos de Pañeda levantamos aquí el testigo de su recuerdo, la escultura de su memoria, y es que Andrés Pañeda era uno de los nuestros, el gran felguerino de Noreña.

Aquí, en nuestro precioso parque Dolores Fernández Duro, el verdadero corazón de nuestro pueblo, desde donde fluyen las arterias de nuestras vidas, el parque de los recuerdos y paseo de miradas eternas. En su cabecera y frente a la monumental y preciosa iglesia, desafía al viento la escultura de don Pedro Duro, fundador de nuestra gran industria, en el centro y en toda su longitud lucen las hermosas farolas construidas en aquella gran fábrica, que pronto volverán a tener sus plateados colores originales con las que nacieron. En el centro, la escultura de Marino Gutiérrez Suárez -industrial y prócer- acompaña a las de nuestro poeta Benjamín Mateo y de nuestro querido Suso, que se nos murió de niño a los sesenta y dos años.

A todos ellos hoy les acompañará nuestro inolvidable amigo Pañeda. En este jardín, mirando al noble edificio que albergó el colegio de La Salle y la Sociedad de Antiguos Alumnos por la que Pañeda tanto trabajó, como lo hizo en innumerables asociaciones. Este noble edificio fue la cuna de enseñanzas, de artes y oficios, pero sobre todo fue un crisol de amistades eternas.

Puede ser que siempre siempre, nos quede un hálito de tristeza, pero ya desde aquí con Andrés, volveremos a recordar aquella Felguera industrial. Aquella Felguera de calles tapizadas de fino pavés de cantería, que cuando llovía, parecían espejos mágicos donde se reflejaba la vida de este querido pueblo, pueblo trabajador, alegre y culto. Aquella Felguera cuyas noches no eran negras, pues el cielo tenía un color rojo cereza, gracias al resplandor de los altos hornos, de aquella fábrica que con orgullo llevaba su nombre y que hoy nos ha dejado irremediablemente huérfanos.

Ya decía en sus versos, nuestro poeta Benjamín Mateo que:

Mis calles ya no son mis calles / Y mis fuentes ya no son mis fuentes / Cuántos sueños dormidos / Entre los rollos de alambre.

Pero como nos decía Pañeda, volveremos a despertar de esos sueños dormidos, para abandonar los inviernos de desgracia y volver a alcanzar las primaveras de la esperanza.

Puede ser que siempre, siempre, nos quede un hálito de tristeza. Pero hoy nos invade una inmensa y sana alegría.

Porque ya siempre desde aquí, Andrés Pañeda, seguirá viendo los ríos de carbón subir al firmamento, también verá los rojos tejados de la Villa, campanarios, veletas y todo aquello conque sueñan los poetas. Y contemplará primaveras, veranos, otoños y cuando llegue el invierno con sus nieves primeras, cortinas y postigos cerrará muy despacio para alzar en la noche su mágico palacio.

Puede ser que siempre, siempre, nos quede un hálito de tristeza. Pero hoy nos invade una inmensa y sana alegría.

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