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Francisco Palacios

Nuevas críticas

Francisco Palacios

El espíritu del tiempo y sus palabras

El largo camino por los derechos y la igualad de la mujer

En la larga lucha por los derechos de la mujer hay hitos históricos de gran trascendencia social. Así, recogiendo el sentir de diversos movimientos sufragistas y feministas, todos los delegados del congreso de Bruselas de la Internacional Socialista celebrado en 1891 se unieron para reclamar a los partidos obreros que "afirmaran enérgicamente en sus programas la igualdad de ambos sexos" y demandaran como prioritario que se abolieran todas las leyes que marginaran a la mujer del "derecho común y público". Que no habría verdadera liberación de la especie humana sin la liberación de la mujer.

Un año antes se había aprobado en España el sufragio universal masculino. Pasarán cuarenta años hasta que la mujer consiga el derecho al voto. Fue durante la Segunda República. Parecía que el clima político, social y cultural dominante aconsejaba plantearse definitivamente la cuestión del voto femenino. Pero el llamado espíritu del tiempo tiene también sus paradojas y contradicciones.

Había entonces partidarios de conceder el voto a la mujer sin ninguna limitación. Otro sector lo condicionaba, esgrimiendo motivos ideológicos y culturales. De ahí que el resultado de la votación fuera tan poco rotundo: 160 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones, la opción más votada.

Y otra paradoja: de las tres mujeres parlamentarias sólo una defendió sin ambages el sufragio femenino. Victoria Kent y Margarita Nelken, aunque no estaban en contra, coincidían en que el voto femenino pondría el peligro la estabilidad del régimen republicano. Por razones de pragmatismo electoral, Kent sostenía que conceder el voto a la mujer era realizar "uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario; no era cuestión de capacidad, sino de oportunidad política para la República".

Por el contrario, Clara Campoamor argumentaba que el voto femenino no supondrá ningún peligro para la República, sino que la reforzaría, aunque fuera a costa de perder, en principio, algunos escaños. Para Campoamor, lo que fundamentalmente estaba en juego era una cuestión de principios, de ética política: reconocer a la mujer, ser humano, todos los derechos.

Haciendo una pirueta en el tiempo, el lema de las Naciones Unidas para el Día Internacional de la Mujer de este año no podía ser más revelador: "Soy de la generación de la igualdad. Por los derechos de las mujeres". Una lema que responde bien a un clima político, social y cultural aceptado en buena parte del mundo occidental.

En los últimos años se han producido en España avances muy significativos en la igualdad de la mujer, sobre todo en la representación política. Por ejemplo, en las primeras elecciones democráticas de 1977 sólo 27 mujeres fueron elegidas diputadas en un Congreso de 350 escaños (el 6%). Sin embargo, en las elecciones generales de abril de 2019, las parlamentarias fueron 166 (el 47,4%), por delante de países nórdicos tan avanzados como Finlandia, Suecia, Dinamarca y Noruega. Asimismo, España es el país de la Unión Europea con más consejeras delegadas, el máximo cargo ejecutivo de una empresa.

Por último, Clara Campoamor, que se consideraba ciudadana antes que mujer, sabía que el derecho al voto estaba lejos de resolver todos los problemas de la mujer. Que era inevitable una larga lucha para conseguir un mayor grado de igualdad en beneficio tanto de las mujeres como de los hombres. Paradójicamente, en los últimos tiempos, se ha pasado de la vieja lucha de clases al posmoderno conflicto de géneros. Pero ésta ya es otra historia.

Nota final: La Organización Mundial de la Salud ha declarado oficialmente el coronavirus como una pandemia; el Gobierno ha decretado el estado de alarma. Y ante una emergencia nacional es un deber cívico y ético colaborar incondicionalmente con las autoridades para vencer a un enemigo común. Y repito: en la lucha contra los virus milenarios y mutantes siempre han triunfado los seres humanos.

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