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VELANDO EL FUEGO

La "guaja" de Langreo

Los triunfos de la joven futbolista María Cienfuegos Baragaño, que ha sido fichada por el Villarreal

¿Qué hubiera sucedido si?? La ucronía es un ejercicio de abstracción que pretende especular sobre sucesos históricos y que encuentra su plasmación en el interrogante: ¿qué hubiera sucedido si, entre otros ejemplos que se podrían citar, los bárbaros no hubieran invadido Roma, o Gutenberg no hubiera inventado la imprenta, o?? De modo que cabe preguntarse también qué hubiera sucedido si a finales del siglo XIX trabajadores inmigrantes, especialmente británicos, asentados en las Minas de Riotinto (Huelva), no se hubieran dedicado a darle patadas a un objeto, de forma esférica que, con el paso del tiempo, se ha convertido en el símbolo de un deporte que apasiona a las multitudes, llena los estadios y constituye una verdadera metáfora de la vida. De no haber sido por ellos, quizás no conoceríamos el fútbol tal como es hoy, y no podríamos disfrutar de la belleza de un espectáculo el que el amor y el dolor conviven todas las semanas. Numerosos son los ensayos y citas que se han ocupado de este deporte; algunas no han perdido su vigencia: "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos" (Di Stéfano), lo que, trasladado a la actualidad, significaría que solo los esfuerzos colectivos pueden alumbrar excelentes resultados.

Lejos estaban en aquellos tiempos esos pioneros del fútbol de imaginarse que ese espacio de educación sentimental, reservado hasta hace poco a los varones (las mujeres solo oficiaban de espectadoras o periodistas, si acaso), iba a verse ampliado con la irrupción de equipos de fútbol femenino. Sabedoras de que la historia está diseñada sobre mitos y prejuicios machistas, las mujeres comenzaron a construir su propio imaginario deportivo, conscientes de que libraban una batalla ardua pero importante, y que calzarse las botas, ajustarse la camiseta y salir a los estadios (a veces a recibir improperios por parte de los continuadores de esa cultura discriminatoria) es proseguir una estimulante tarea emancipadora, iniciada, entre otras, por aquella activista londinense, Nettie Honeyball, que en 1894 fundó el primer club de fútbol de la conocida como "asociación femenina", y que fue una de sus jugadoras hasta la primavera de 1895.

Desde entonces han caído muchas piedras y nieves sobre nuestras espaldas, el mundo ha alterado su piel en numerosas ocasiones (a veces de un modo terrible y devastador), pero, a pesar de que aún queda mucho camino por recorrer, el fútbol femenino va ascendiendo escalones para conseguir unos objetivos tan justos como necesarios. De ello dan fe las estadísticas, rebosantes de éxitos, de nuestra selección en sus distintas categorías que, según la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA), forma parte de un selecto mapa a nivel continental. No se trata de una pugna entre rivales, de un intento de superar al contrincante masculino, pues siempre existirán diferencias entre hombres y mujeres cuando de golpear el balón y de competir se trata: fuerza, táctica o contactos no tienen la misma perspectiva, sino de que ambos géneros ocupen el lugar que les corresponde dentro del entramado futbolístico. Y ello sin hacer ningún juicio de valor.

Uno de esos equipos que forman parte del escogido mantel futbolístico femenino es el Villarreal. Y hasta allí se irá dentro de unos días la langreana María Cienfuegos Baragaño, la "Guaja", como algunos la nombraban cuando comenzaba a demostrar su habilidad en el dominio del balón (entre otras acepciones, en Asturias un "guaje" es una persona joven, un niño, un chaval?) Y como va de "guajes", es obligado citar al "guaje" Villa, el gran futbolista de nuestra cuenca que, además, nació en Tuilla, un pueblo al lado de La Felguera, donde vive María. Y si del "guaje" Villa tenemos sobrados motivos para sentirnos orgullosos, lo mismo podemos decir de la "guaja" María que, por cierto, sabe también lo que es jugar en la selección española: formó parte dos años de la sub17.

Nuestra tradición es rica en refranes, y uno de ellos: "Dicen que de casta le viene al galgo", enmarca a la perfección el historial de una saga en la que el fútbol tuvo siempre gran protagonismo. Familiares de María se enfundaron distintas camisetas de fútbol, y Jesu, su padre, como se le conoce cariñosamente, corrió la banda, hizo regates con más o menos fortuna y metió goles de distinta factura. No es extraño, pues, que la "guaja" haya sentido esa llamada desde niña, y que recuerde con cariño la ayuda que siempre le prestaron sus padres, incitándola, a medida que iba creciendo, a que viera ya otro tipo de fútbol. A Patricia, su madre, siempre le estará agradecida por sus desvelos para llevarla a entrenar y quedarse en las gradas aguantando estoicamente el frío y los rigurosos inviernos de nuestra tierra.

Era lógico que los sueños de la "guaja" estuvieran ya perfilados por una cancha de fútbol, y que pronto cumpliera sus deseos enrolándose, a los cuatro o cinco años, en el Eulalia Álvarez, un club modesto de la zona, pero que desde sus inicios cumple una función notable en el fútbol base. Allí, rodeada de otros jóvenes aspirantes al "Balón de Oro", fue consumiendo etapas con una maestría que pronto la hicieron destacar. De ese tiempo permanecen algunos recuerdos, entre otros, el cariño de sus compañeros y amigos, o la satisfacción cuando un pase suyo o un acertado disparo, tras una finta o una jugada trenzada con sutileza, terminaba colándose en la red. Y, cómo no, las inolvidables anécdotas de las duchas después de cada partido: en unos vestuarios donde la presencia femenina era muy escasa, María debía quitarse el sudor en el recinto del árbitro, lo que la obligaba en numerosas ocasiones a abandonar el campo poco antes de acabar el partido, perdiéndose así la alegría de formar piña con el resto del equipo para festejar la victoria.

No era extraño que el futuro reservara a María mayores empresas, lo que sucedió cuando a los doce años ficha por el Oviedo Moderno, una decisión, avalada siempre por sus padres, en la que tuvo una parte importante Ángel González, entrenador del infantil del Oviedo Moderno y jugador del Tuilla, que la animó a que comprobase cómo es un equipo femenino (a día de hoy, y aunque Ángel ya no está en el Oviedo Moderno, sigue siendo muy importante para la "guaja", como amigo y persona que la apoya mucho). En el equipo capitalino María agotó un periplo de siete años trufado de éxitos. Si la bondad es un reflejo de la grandeza del alma, en la "guaja" este valor resalta de una manera inequívoca. Sus evocaciones del Oviedo Moderno, al igual que antes las del Eulalia Álvarez, son estampas limpias, relieves sin aristas, verdaderos agradecimientos a todos cuantos la fueron apoyando en su camino.

Y del mismo modo que la piel del mundo se transforma a diario, también la de María necesitaba una mudanza hacia otros objetivos. La "guaja" sabe que le ha llegado el momento de subir otro escalón más; conocer otras dinámicas y otros ambientes, demostrarse a sí misma que estaba preparada para empresas más ambiciosas. Y en estas apareció el Villarreal, y ya desde el primer momento María no tuvo ningún tipo de dudas. Había encontrado su sitio, a lo que colaboraron mucho las conversaciones telefónicas que mantuvo con directivos del club, que la acabaron de convencer de que el viaje a la ciudad de la comunidad valenciana, famosa por su industria cerámica, era una dulce promesa, un festín repleto de alicientes para una deportista de diecinueve años. "Explora, sueña, aprovecha los vientos alisios en tus velas", dejó dicho el escritor estadounidense Mark Twain. Y eso mismo es lo que está a punto de hacer la "guaja". En la maleta se llevará no solo su contrastada pericia futbolística, sino también, lo que es más importante aún, su innegable calidad humana. Suerte.

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