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EL BAÚL DE LA HISTORIA

Esto tampoco era San Xuan

Las fiestas de Mieres en el pasado siglo

Nuestra comarca cuenta con una amplia variedad de fiestas que pueblan el calendario anual, siendo las más conocidas las fiestas patronales de Mieres dedicadas a San Juan.

Como ya comenté en artículos anteriores, a finales del siglo XIX, antes del día de San Juan, había varios acontecimientos que anunciaban la proximidad de las fiestas patronales. El primero era la celebración de la olvidada fiesta de Santa Germana, la cual era una romería celebrada en la zona de El Carbonero. Del mismo modo, durante el mes junio, los vecinos de La Pasera arreglaban y pintaban las fachadas de sus casas para que lucieran su esplendor ante los visitantes de las fiestas. Otro motivo era la aparición de la xata, la cual iba acompañada de una comitiva que vendía rifas para sufragar los gastos que las fiestas ocasionaban.

En esta ocasión, repasaremos las fiestas patronales de hace 126 años, las cuales, según la prensa de la época, se celebraron los días 23, 24 y 25 de junio 1894, siendo todo un éxito tanto por el número de actos, como por la cantidad de visitantes que tuvo el municipio.

Este programa tendría un amplio y variado contenido. Por ello contaría con las de aquellas novedosas iluminaciones eléctricas y los clásicos fuegos artificiales. Pero también contó con bailes campestres y lo que se conocía como aerostáticos grotescos, que eran una elevación de unos globos realizados en baudruche, un tanto original. Al teatro, las lianas y las cucañas se le sumaban las dotes a las doncellas huérfanas, donde se elegía a mujeres sin padres y se les entregaba dinero para facilitar, cosas de la época, su desposorio. Tampoco podían faltar las solemnes procesiones y fiestas religiosas, ni los tan populares en la época y hoy desaparecidos gigantes y cabezudos, como bien recordará la inmensa mayoría de los lectores. El resto del programa sería afortunadamente impensable hoy en día, ya que contaba con exposiciones de enanos donde se mostraban a los acondroplásicos como si fueran animales dignos de un zoológico; bárbaras peleas de gallos donde se vociferaba fervientemente y una comida a los pobres servida por la señoritas más distinguidas de la localidad.

Afortunadamente, en nuestro país, la apuesta por la educación y la cultura supuso un gran paso y por ello muchos de estos espectáculos fueron desapareciendo. Unos por su crudeza y otros por falta de sensibilidad, aunque no todos eran de ese tipo y alguno aún continúa celebrándose.

De manera incomprensible, ya en pleno siglo XXI, el hombre sigue necesitando hacer daño a animales para divertirse. El ejemplo más típico es el de los toros, a los cuales nuestros antepasados eran muy aficionados. Hasta hace unos cincuenta años y desde el siglo XIX, en San Juan siempre celebraron corridas de toros. La afición taurina está muy documentada y desde finales del siglo XIX, aunque se sospecha que ya se celebrasen corridas en festejos anteriores. Aparte de las fiestas de San Juan, también se celebraban becerradas y novilladas durante las fiestas de San Pedro y del Carmen de La Villa.

Incluso la empresa Fabrica de Mieres, que siempre participó de la vida de Mieres, sería la que se encargaría de montar la plaza de toros. Para ello se transportaban los materiales que se necesitaban desde su factoría de Ablaña a La Pasera por medio del ferrocarril de Baltasara. Siendo descargada esta madera y todo lo demás al lado de Casa Rabona. Esta labor y el montaje del coso taurino era realizada por obreros de la fábrica y otros mierenses que colaboraban de forma desinteresada en estos trabajos. A lo largo de esos años, las plazas se instalaron en diferentes lugares como en el solar del mercado de lo que hoy es mercado de abastos o junto a la vieja estación del ferrocarril del Vasco; aunque también en el campo de Las Moreras. De igual modo, acogió estos escenarios el barrio de La Villa o el campo de El Batán, donde jugaba el desaparecido Rácing de Mieres, y también en los llerones de Arroxo, o como ya hemos dicho, en la plaza de La Pasera.

Desgraciadamente, una de las modalidades de ocio más populares fueron las peleas de gallos, no escapando la ciudadanía mierense de esta deleznable afición. De ellas sabemos que se celebran en el siglo XIX donde se solía apostar dinero. En aquellos años, estos combates se solían celebrar en el Salón Variedades, lo que después sería el Cine Novedades.

Este salón era polivalente: pues por las mañanas acogía este sanguinario espectáculo y por la noche se interpretaban zarzuelas. Lo cierto es que este innoble acto de las peleas de gallos aún sigue siendo legal en dos autónomas donde se consideran todavía como un espectáculo tradicional. En España, la regulación sobre peleas de gallos es competencia de las comunidades autónomas y, salvo en Canarias y Andalucía, su práctica está prohibida explícitamente y perseguida penalmente.

El tiro al pichón estuvo presente durante muchos años en las fiestas patronales de San Juan y en las del barrio de La Villa, además en algún festejo de la comarca. Esta afición se originó en el siglo XIX como divertimento de las élites en lugares selectos como clubes de campo de Monte Carlo, Estoril, Vichy, La Habana, San Remo o Inglaterra, y se importó a España, según parece, por vía del exiliado rey Alfonso XIII, quien era muy aficionado y popularizó el tiro entre las clases altas.

En el presente, el tiro al pichón sigue manteniendo en algunos lugares de la península ese carácter elitista. En estas competiciones era frecuente ver en Mieres a los aristócratas de Asturias, junto con burguesía y altos funcionarios municipales.

En Mieres había buenos tiradores y uno de estos era Pedro Pidal -casado con Jacqueline Guilhou- y que hasta el año 2004 se creyó que era la primera mellada olímpica nacional conseguida, durante unos Juegos Olímpicos celebrados en París, en el año 1900. Este honor de tener una medalla de plata se le retiró, al haberse tratado de una prueba con recompensa económica, algo contrario al espíritu amateur de los primeros Juegos Olímpicos.

Otro acto de categoría bizarra, era la popular comida a los pobres en vísperas de San Juan y que era servida por las principales "influencers" locales de la época para lucimiento de ellas. Esta comida era observada, lamentablemente, como un espectáculo al ser en un recinto abierto, desapareciendo con la llegada de la guerra civil.

Durante años se celebraron con más éxito que actualmente las carreras de cintas a caballo que es una costumbre muy arraigada. Era una afición de los jóvenes campesinos que era llevada a cabo dentro de los actos que, año tras año, se celebran en las fiestas patronales de la localidad. Estos participaban con monturas engalanadas y competían para conseguir el trofeo, el cual era una cinta bordada. Diferentes historiadores coinciden en el origen medieval de las carreras de cintas a caballo, donde los torneos formaban parte de las fiestas cortesanas, cívicas e incluso populares, tanto por su condición de magnífico espectáculo como para suscitar la sociabilidad y ser ámbito perfecto en el que los jóvenes caballeros ejercían y mostraban sus habilidades.

Remotamente, los gigantes y cabezudos era uno de los elementos más carismáticos de San Juan y ciertamente, gozaron de gran popularidad entre los mayores y los niños siendo hasta no hace muchos años uno de los símbolos indiscutibles de la fiesta. Aunque las referencias más antiguas sobre la existencia de estos gigantes y cabezudos se remontan al siglo XIX.

Estos personajes solían formar una comitiva, la cual era acompañada por la banda municipal de música de una banda de gaiteros. Los primeros que abrían la marcha eran los cabezudos, quienes son unos personajes que portan grandes cabezas y representan a la autoridad. Su único cometido es estar presentes, deambular y darle la mano a quien se lo pida. Los cabezudos también portan grandes cabezas y además van armados de palos que portaban vexigas. Se dedican a perseguir y dar vexigazos a los niños y niñas que les solían provocar.

Por su parte, los gigantes bailaban al son de la música, ofreciendo con su envergadura, movimiento rítmico, con unos espectaculares giros y el vuelo de sus ropas provocando un bello espectáculo de color y sonidos.

Todo esto fue el programa de las fiestas patrones mierenses del año 1894, recogido en un artístico impreso en la litografía de González Tuero y Compañía de Gijón.

Aprovechando la ocasión, recordaremos que los álbumes de fiestas aparecieron a lo largo del siglo XIX. Además de hablarnos de las fiestas y de algunas cosas más, se incluían anuncios de comercios y empresas locales, así como de diferentes profesionales de la zona que ofrecían sus servicios. Era habitual que recogiesen artículos de diferentes autores y colaboradores con temas sobre las fiestas u otros temas. Con la lectura de estas fuentes documentales, podemos descubrir los gustos estéticos y las preferencias populares relacionadas con este tipo de acontecimientos, pero también las pautas de comportamiento social, de la situación política, del ambiente cultural y del nivel económico imperante en Mieres a lo largo de estos 125 años.

En estos ciento veinticinco años la publicación de estos álbumes de San Juan solo se suspendió en los años de 1928, 1929 como consecuencia de no celebrarse las fiestas debido a la impresionante crisis minera e industrial del concejo. Aún con esto, en esos dos años, nuestra brillante banda municipal daría varias audiciones en el boulevard de Teodoro Cuesta para así hacer comprender que estaban en los clásicos días de San Juan. Asimismo un grupo de jóvenes pediría unas cuantas pesetas, para que el estampido de los cohetes y la elevación de algún globo, los hiciese salir del aletargamiento en que se hallaba Mieres. La siguiente suspensión se daría en 1937 debido a la guerra civil, suspendiéndose por cuarta y última vez este año a causa del covid-19.

Como todo el mundo sabe, este San Juan 2020 será una fiesta patronal atípica. Entrará en la historia como una edición un tanto descafeinada, aunque en mi opinión, debe de consolarnos que, por primera vez, su cancelación no se deba a factores humanos, sino por un virus que provocó una pandemia que hizo que todos nos confinásemos y aparcásemos nuestras diferencias a ritmo de aplausos y de balcón.

Aunque si sirve de consuelo, el Ayuntamiento de Mieres, con Juan Ponte a la cabeza de la concejalía de festejos, ha organizado una serie de conciertos con la que quitarnos el gusanillo a los que ha titulado, con mucho acierto, como "Esto nun ye San Xuan", de ahí el título de mi artículo de hoy. Y aunque probablemente, esta edición no pasará a la historia como una de las más destacadas, al menos contaremos con una festividad más incluyente y menos animalista que aquella de 1894.

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