Pues claro que soy partidario de la recuperación de nuestro escaso patrimonio histórico. Pero no para, acto seguido, volver a abandonarlo. Y un ejemplo de nuestro habitual sinsentido fue la costosa e inútil reconstrucción del sanatorio de Bustiello, un edificio precioso que sólo se mantuvo en buen estado cuando acogió alguna actividad. Pero rehabilitarlo para no dedicarlo a nada, como así se hizo, dejó vía libre a los vándalos, de los que estamos bien surtidos y que, por motivos que desconozco, campan a sus anchas por este concejo.
Me parece que antes de abordar la rehabilitación de los edificios históricos deberíamos tener claro a qué los vamos a destinar. Y si no les encontramos función y no estamos dispuestos a cuidarlos y protegerlos, mejor nos ahorramos la pasta y disfrutamos con su ruina. Porque invertir un dineral para que poco después los profesionales de la destrucción y el desvalijamiento se pongan las botas, como que no.
Lo que también puede llevarnos a preguntar a qué se debe nuestra dificultad para hallar destinos rentables y positivos a los equipamientos públicos, históricos o no. Qué negación.
¿Cómo estaría un lugar como el poblado de Bustiello en Francia, Alemania o Inglaterra? Impecable, mimado y aprovechado como recurso económico. Pero en Mieres no somos así, no comprendemos el valor de la conservación y preferimos una historia en estado ruinoso o una buena piqueta que la eche abajo para levantar algo nuevo e impersonal.
Por tanto, no insistamos en el error y así nos evitaremos futuros cabreos. Hagamos las cosas para algo, por un motivo, con un destino razonable y sólo después pongamos los medios. Pero esto de arreglar para abandonar y que venga alguien y lo destroce no parece muy inteligente. Al patrimonio, sentido y cuidado. Al vándalo, leña.