Es lo que cantaba Sara Montiel en sus buenos tiempos con voz acaramelada y sensual. Pero en la actualidad va a ser que no, pasando casi sin transición a la tortura.

Los fumadores están hace tiempo en el ojo del huracán y en el momento actual ya no les queda resquicio para fumar con tranquilidad "esi pitín" que les relaja algunas horas del día.

La nueva normativa que casi les considera apestados está poniendo en pie de guerra a la hostelería y a ellos mismos por unas normas que llevan a las dudas y confusión en su aplicación.

Los primeros chispazos ya han surgido, incluidos también los fumadores pasivos, por el respeto a las distancias, acercamientos o bocanadas de humo cercanas.

Los hosteleros andan que trinan, dado que no se consideran policías para imponer las normas en sus locales, ni impedir que algunos se salten a la torera los avisos. E incluso soportar a algún cliente belicoso. Observo a diario a personas arrimadas a diversas esquinas, o portales, dando caladas de forma ansiosa, mirando a derecha e izquierda como si fueran delincuentes a la espera de ser reconvenidos, o multados, con lo cual los pobres lo de "fumar es un placer" ha devenido en visible tortura.

Un amigo mío -José Calzado- que en su momento ya sugirió pintar de colores llamativos las baldosas rotas del concejo, como aviso a navegantes para no romperse la crisma -y quizá como reclamo turístico, al igual que los cubos de Llanes- está preparando vara de dos metros para pasear con ella cuando fume, para poner en guardia a los paseantes. Chispazo de humor negro muy ocurrente.

Pero como todas las cosas, también tiene su lado positivo, puede venirle bien a muchos para tratar desengancharse del citado "placer" de fumar como, entre tantos, a mis amigas Ana y Claudia.