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Javier García Cellino

Fútbol con PCR para ricos

La pandemia agrava las diferencias a causa del dinero

El regreso del fútbol en estos tiempos de pandemia, salvo la novedad de ausencia de espectadores en los estadios (bastante importante, por cierto), continúa su dinámica habitual. Han vuelto los comentarios de siempre, superficiales y anodinos en su mayoría: que si el Madrid ya no es el de antes, para después, a la jornada siguiente, afirmar que sí es el de antes; que si el Barcelona está acabado o viejo o en fase de recuperación, que eso depende del bisturí que use cada cual; que si el penalti del clásico fue realidad o más bien pura ficción del árbitro; que si el VAR es una buena herramienta o mejor dejarlo olvidado para siempre en el rincón de los trastos viejos…. y así podríamos seguir hasta completar un manual de frivolidades al uso (alguien podría apostillar que, siendo cierto, no deberíamos olvidar que se trata de la mejor de las frivolidades).

Y, como es natural, la ley que divide el mundo entre los que tienen dinero y no lo tienen ha vuelto a surgir; si bien, en esta ocasión, con más fuerza si cabe, debido a la pandemia que sufrimos. Ya no se trata de quién tenga más presupuesto para fichar a los mejores jugadores; ni de pagar los mejores sueldos; ni de ir acumulando trofeos con los que exhibir el poderío del club en los mejores mercados de la globalización. Ahora el dinero y la salud se están dando cita cada jornada, enfrentándose pero no de un modo leal, competitivo, igualitario en todo momento, sino que esta quiniela futbolística se salda siempre con una victoria monetaria. Por decirlo de otro modo, la banca siempre gana, así que aquí sucede también lo mismo: los clubes que tienen dinero poseen un instrumento muy poderoso y necesario en estos momentos como son las pruebas PCR, mientras que el resto (permítaseme denominarlos como la legión de proletarios) tiene que conformarse, una vez más, con las migajas.

Como prueba, no habría más que fijarse en los partidos que se llevan aplazados hasta la fecha. Solo se libran de esta incidencia los equipos que forman parte del eje que se desplaza desde la primera hasta la segunda división. Cierto es que los componentes del mismo tampoco gozan de idénticas condiciones, pero al menos tienen garantizado un presupuesto (las televisiones aportan la mayor parte del mismo) que les permite ir sorteando el temporal.

Por el contrario, quienes no forman parte de ese espectro privilegiado —los clubes de tercera división para abajo— son quienes padecen directamente los efectos de esta borrasca. Recientemente, la Federación Asturiana de Fútbol decidió un parón en las competiciones nacionales y territoriales que obtuvo un 80% de respaldo. Por mucho que nos guste el fútbol (eso sí, siempre visto más allá de esa capa de frivolidad que lo adorna), hay que mostrarse de acuerdo con esta medida, tan necesaria como oportuna en estos momentos. Otra cosa sean los puntos de sutura que se pongan a partir de ahora para poder continuar en unas condiciones adecuadas. No se trata solo de los perjuicios económicos que se derivan de los aplazamientos, que sin duda son muy importantes para los clubes, hasta el extremo de jugar con su supervivencia, sino, y sobre todo, de las consecuencias que conllevan para la salud. Un positivo es un riesgo serio para el infectado y para su familia, que se ve obligada a quedar confinada en casa. Y a veces en esas familias hay personas mayores (padres, abuelos) a los que se pone en riesgo de un modo innecesario. Vale que no sepamos por dónde anda el virus, pero al menos los aparatos para hacer la prueba del PCR tendrían que estar bien visibles.

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