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Luis Alonso Vega

Persianas bajadas por el coronavirus

Los efectos negativos del cierre de negocios para combatir la crisis sanitaria del covid-19

Se fijan cuando ponen los telediarios en que las imágenes más frecuentes son los dueños o encargados de establecimientos bajando la persiana metálica de sus negocios, para después pegar un cartel que indica “Se vende” o “Se alquila”. No pueden más, ya llegó al límite de su economía.

En la primera parte del confinamiento, el dueño soportó mejor o peor no cerrar gracias a la clientela, que igualmente soportó lo que se nos vino encima, y otros, que tenían ahorros, vivieron gracias a lo que anteriormente obtuvieron de ganancias. Pero las desgracias fueron aumentando y el tejido o sus mercancías se les fueron acumulando en las estanterías.

Y llegó la ausencia o nuevas normas a la hostelería y los bares perdieron su clientela en la barra y mesas repartidas en terrazas exteriores. La gente dejó de ir a las peluquerías, aunque bajaron sus precios. Los talleres de vehículos también se vieron obligados a cerrar sus persianas, así como los concesionarios al bajar de golpe y porrazo la venta de coche.

Pues si esto se notó ya en la primera medida que se tomó, esta segunda anunciada se observa con más tristeza.

¿Quién alquila o compra un establecimiento que hoy desea salir del aprieto y quién tiene dinero para vivir de un negocio que, valga la redundancia, sea un rentable negocio?

Estamos viendo cómo antiguos propietarios hoy ya están en la cola del hambre. ¡Qué tristeza con poco remedio!

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