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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

Para un tiempo nuevo

La necesidad de afrontar una transformación para encarar la vida una vez se aleje la pandemia

No hay muchas dudas de que los arquetipos literarios representan patrones universales de la naturaleza humana. Sería infinita la lista de obras en los que se podría constatar. Cuando una novela o un poema alcanzan ese estadio superior de clásicos, no lo son solo por su novedosa temática o por su estilo extraordinario, sino porque en ellas se reflejan con profundidad los grandes temas que nos atraviesan a todos. Poco importa si El Quijote, La Ilíada o La Odisea de Homero han sido escritas hace cientos o miles de años, pues en ellas se encuentran los personajes, acciones, tramas o situaciones con las que continuamos conviviendo a diario.

De modo que podríamos decir que nosotros ya estábamos allí desde el principio, que ya éramos testigos de todo lo que vendría después (a fin de cuentas, cada paso que damos no es más que una reiteración del mundo en el que vamos mudando nuestras identidades diarias, las más de las veces sin que ni siquiera nos demos cuenta de esa transformación).

Cierto es que, dependiendo de los distintos momentos, esa coincidencia alcanza más o menos fuerza. La primera vez que leí un poema del gran poeta de la isla de Santa Lucía, en el mar Caribe, Derek Walcott, estaba lejos de sospechar que sus tres primeros versos iban a seguir acompañándome después de tantos años. “Un tiempo vendrá / en el que, con gran alegría / te saludarás a ti mismo”.

Resulta obvio afirmar que ahora todas las personas estamos a la espera de la llegada de un tiempo nuevo, de ese día distinto en que por fin la pandemia se aleje de nuestras costas y así podamos aspirar un aire más limpio. Algunos dirán que se ha puesto final al secuestro de la libertad (no faltan quienes aseguran que ese rapto ha sido culpa del gobierno), mientras que otras personas, a mi juicio más objetivas, aplaudirán el alejamiento de un bicho que con su apetito voraz ha infectado ya a cincuenta y dos millones de habitantes (con más de 1,2 millones de muertos).

Lo que sí parece seguro es que tanto unos como otros se saludarán con gran alegría, tal como escribió en su magnífico poema Derek Walcott. Sin embargo, y para que esa alegría fuera completa, sería necesario que esa mudanza inevitable a la que nos vimos sujetos hubiera supuesto un mejoramiento de nuestra especie. Dado mi carácter de natural optimista, quisiera creer que vaya a suceder así, aunque no por ello dejo de albergar bastantes dudas. No hace falta más que comprobar las posturas egoístas e insolidarias que se reiteran todos estos días, o repasar hemerotecas y fuentes diversas que nos confirman que tras una crisis se ha producido siempre un retroceso, a veces brutal, en cuanto a los niveles de conciencia.

Cuando redacto estas líneas me encuentro con dos noticias en LA NUEVA ESPAÑA. En una de ellas, dos estudiantes, Manuel Ángel Vázquez y Diego González ganan el II Concurso de Discursos de la Facultad de Economía y Empresas con sus miradas positivas. Dos jóvenes que le dan la vuelta la pandemia: una oportunidad para un cambio de mentalidad (para valorar más el sistema de salud, a las personas mayores, a responsabilizarnos y a aprender más de ellas, dicen). Si a ello se añaden las palabras del científico Carlos López Otín: “La pandemia es la oportunidad para no creernos esclavos del tiempo y para mejorar nuestra relación con la naturaleza”, mejor que mejor.

Ojalá sea así y podamos cumplir con los dos versos finales del poema: “Siéntate. Celebra tu vida”.

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