Como un corsé bien apretado, pero sin acercarse al ahogo, es el cierre perimetral para acorralar al coronavirus y frenar su expansión. Tres concejos del Nalón –Langreo, San Martín del Rey Aurelio y Laviana, veremos qué pasa con el Caudal–, con cifras de contagio disparadas, ya cierran sus fronteras. Los alcaldes, abogando por la ciudad lineal del Valle (más en la ensoñación que realidad más allá de su territorialidad), preferían una clausura comarcal, donde los ciudadanos puedan moverse con libertad por los tres concejos. Olvidan, inocente o intencionadamente, que un cierre perimetral es la metáfora de una constricción gradual y progresiva, donde en pasos sucesivos se aplicaría por localidades, barrios, por manzanas, por edificios, por pisos, por casas. Este sería el fin último: el autoconfinamiento, el corralito personal.