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Ventana indiscreta

Los hijos del carbón

El libro de la leonesa Noemí Sabugal vuelve a poner de actualidad el fin de la actividad minera

Este 2020 está llegando a su fin. Un final, que no será el de la pandemia vírica, pero sí el réquiem de la minería del carbón, en nuestro país. Al menos, como aquella fuente de ingresos y de infernal trabajo de las gentes de algunos lugares de España, entre ellos Asturias; sus Cuencas del Nalón y del Caudal. Hoy solo quedan los ríos, pero limpios. Y parece que ideas hacia la utilización de los pozos. Pero que de momento, como escribió un periodista en este diario. “Todo y nada es lo mismo”.

Es un final físico, pero no del recuerdo de decenas de familias que tuvieron, en ese negro mineral, el pan en la mesa y en muchos casos el féretro en el cementerio de alguien muerto por accidente, dentro de la mina. Un recuerdo, que aúna escenas de vidas que un día tuvieron como máxima obligatoria la solidaridad tanto en la miseria, como en el heroísmo de un 34 que quiso tomar los cielos. Sin olvidar la “huelgona” de 1962, que llegó a poner en jaque a la dictadura franquista. O la última marcha hacia Madrid.

Enmarcado en el principio y final del carbón, en ese contexto, se ubica “Los hijos del carbón”, de la escritora y periodista leonesa Noemí Sabugal, ( Santa Lucía de Gordón). Lo escribe como “hija y nieta del carbón”. El libro, en mi opinión, excepcional por la concepción del mismo, desarrolla un entramado que navega entre biografía y ensayo.

En él, se narran escenas que a quien esto escribe lo traslada emocionalmente a aquella casa donde la cocina de carbón era la protagonista, en la que se “calentaba en un recipiente de metal leche con miel, para las anginas...,” como en cientos de hogares. La autora, define la desaparecida cocina como “el único rincón caliente de la casa”, tan era así que “cuando se salía al pasillo, se empezaba a atravesar Siberia”. No me parece que sea exagerado para quienes tuvimos esa experiencia “siberiana”.

El libro en su desarrollo va desde los testimonios del grisú, protagonista de muertes y desgracias familiares, hasta la autenticidad colectiva de unas gentes, y de una clase obrera que hoy se resigna a perder aquello que daba una razón de ser, estar y vivir.

No faltan, porque no podían faltar, las mujeres mineras. Una mujer activa, tanto en la propia mina, como en el apoyo de la lucha reivindicativa al compañero. Una mujer que se despedía del marido o del hijo cuando iban camino del pozo, y que en algunas puñeteras ocasiones los tuvo que llorar... Esta mujer, también fue “carbonera, luchadora...”.

Noemí Sabugal, ha picado en las entrañas de una vida que ella conoce. Ha barrenado, nunca mejor dicho, toda una época, posteando un libro que, a buen seguro, marcará un hito en la historia de una época que fenece. Tan es así que “en octubre de 2019, Correos emitió un sello dedicado al minero, dentro de una serie llamada ‘oficios antiguos’”. Un libro que yo definiría como totalizador. El trabajo, la familia, el descanso y el ocio; la educación y hasta la muerte están presentes en un él, luchando contra el olvido. En palabras de la propia autora, en una entrevista: “Es un libro que mira el tema desde dentro, pero también desde fuera y creo que eso también es importante”.

No se olvida la autora de la “transición energética”: “En las cuencas mineras la sensación es muy pesimista. Espero que el libro sirva para reflexionar sobre ese futuro que deben tener y esa posibilidad de reamarse y reconvertirse, pasar a otra cosa. El debate que viene es el de la transición energética. El carbón salía de zonas rurales y ahora la energía también va a salir de las zonas rurales porque las placas solares y molinos se van a colocar ahí, no en el centro de las ciudades (...)”.

Invito a leer el libro. Además de aprender de su lectura, se debería hacer una reflexión por parte de quienes protagonizaron un momento de la historia de las Cuencas y por extensión de Asturias y por quienes, ahora, desde instituciones políticas y sindicales están, o lo intentan, que la llamada “transición energética”, sea la tabla que surfeé en un mar poco propicio. Toca, ser optimistas. Seamos, pues.

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