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Carlos Cuesta

A contracorriente

Carlos Cuesta

El allegado

La figura de la persona cercana en las celebraciones navideñas

Esta Navidad será muy distinta a otras. La pandemia viral está trastocando todos los planes sujetos a la agenda de cada uno. Y ahora el Gobierno, en su control ciudadano por eso de los contagios, quiere abrir la espita navideña dejando a las familias que se reúnan en sus domicilios en número tope de diez personas. Y ahí cabe el allegado. Ese personaje próximo, amigo o pariente que sin ser conviviente puede participar con garantías en el ambiente unido de un encuentro privado de las comidas y cenas navideñas. ¡Uyyyy con ese participio pasado del verbo allegar! Y también un nominativo de cercanía y afecto. Una palabra muy allegada al castellano desde hace siglos. El Gobierno con sus historias cotidianas de dimes y diretes lo ha puesto de moda y ya forma parte de nuestras ilusiones. Una Navidad distinta pero con el allegado de apoyo y ánimo es suficiente para lograr ese disfrute necesario en tiempos convulsos y extraños.

Yo estoy pensando en contar con un allegado en la cena de Nochebuena y no superar la cifra familiar de diez próximos, no vaya a llegar la policía a controlar ese número de comensales marcado por un Gobierno que hoy dice uno y mañana, otro. Lo del allegado es un poco chirigota y causa gracia a cualquier ciudadano sensato. Es el gracejo de este momento navideño que nos permite invitar a nuestro hogar al amigo solitario o a la vecina del séptimo.

Pues eso. Habrá que incluir un allegado a la mesa y brindar con deseos de olvidar este catastrófico 2020 y pedir anhelos de salud y prosperidad para el nuevo año de la vacuna y la normalidad. Y sin olvidar la mascarilla, el lavado de manos y la distancia social. Y si en la casa somos diez, pues no quedará otra que habilitar la salita e incluso el baño para distanciarnos unos de otros y del allegado amigo o vecino que quiso estar de convivencia en noche tan especial. Esta Navidad resultará especial y muy ajustada a un ordenamiento rígido con las medidas sanitarias del catón y el toque de queda bélico impuesto por un Gobierno que al parecer busca lo mejor para nuestra integridad y nos restringe en nuestras actuaciones.

Si nos abren la zona perimetral y la libertad de movimientos es un hecho, con las limitaciones objetivas de un tiempo pandémico, la Navidad, aunque extraña y rara, se convertirá en una cita familiar, más con el allegado de estrella invitada y con la declaración jurada y el empadronamiento que sirvan de acreditación. Y en buena lógica habrá que quedarse en casa por Navidad.

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