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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

Y en estas vino el lobo

Las diferentes posturas sobre el impacto que tendría una tercera ola de la pandemia de coronavirus

No resultaría muy descabellado afirmar que Esopo habla al siglo XXI, o lo que es lo mismo, que la literatura, en todas sus vertientes, ha seguido acompañándonos a lo largo de nuestras vidas. Relatos, ensayos, cuentos, fábulas, tradiciones orales o escritas…, a veces en forma de imágenes o de cualquier otro modo de reproducción, forman parte de ese legado que nunca se ha interrumpido ni, por fortuna, nos abandonará nunca. No en balde la literatura, y por extensión el arte en general, además de “quitar el polvo de la rutina de nuestras almas” (Picasso), sirve para hacernos mejores a poco que nos esforcemos en ello.

De ahí que la conocida fábula del pastor y el lobo haya tenido desde la Antigua Grecia numerosas adaptaciones. El cine, el teatro y otros medios de expresión se han encargado de difundir la historia de ese joven pastor que disfrutaba bromeando con los habitantes de su aldea sobre el inminente ataque del lobo. Por suerte, a veces ese lobo sufría una miopía severa, por lo que se extraviaba en su camino; pero en otras ocasiones no sucedía así. Y no solo despedazaba al rebaño, sino que incluso sus mordeduras dejaban un rastro tan brutal que se prolongaba durante mucho tiempo.

Entre otros, Alemania ha sido un ejemplo infausto con sus campos de concentración llenos de bestias hambrientas de sangre que gozaban clavando los colmillos y, a lo que parece, por Europa se extiende una nueva versión en forma de una ultraderecha (por desgracia se ha infiltrado también en nuestro país) que no tiene ningún reparo en mostrarnos lo peor de su condición.

Cuando hace un par de días entré en el bar de siempre para tomar el primer descafeinado habitual, la conversación de una pareja, cercana a la mesa donde yo me encontraba, no pudo menos que hacerme recordar al gran fabulista griego. Esopo estaba presente en la charla entre dos jóvenes, hombre y mujer, que debatían sin ardor pero a un tiempo de una manera firme sobre las posibilidades de que viniera el lobo de la tercera ola.

Por resumir: yo creo que volverá el covid 19, incluso de forma más virulenta (ella), o que no sucederá nada y el lobo no llegará a su destino (él). Como es lógico, la disputa estaba adornada con retóricas diversas, entre las que no podían faltar las teorías más o menos conspiracionistas: “Los gobiernos lo único que pretenden es meternos el miedo en el cuerpo; todo forma parte de una operación perfectamente diseñada para controlarnos…, mientras que ella insistía en la necesidad de no perderse en elucubraciones a la vista de la situación actual y de sus antecedentes: “Tú no te creías lo de la segunda ola y ya ves”, le replicó en un momento determinado. Si bien conocía a la pareja, no por ello me pareció oportuno intervenir en el debate, que se prolongó varios minutos más hasta que se levantaron y abandonaron el local. Me quedé rumiando las posibles respuestas que habría dado en el supuesto de que hubiera formado parte del diálogo. Poco proclive a la ficción, salvo cuando se trata de trasladarla a un papel, procuro siempre que la praxis sea mi mejor consejera.

Y, en este caso, tal parece que los antecedentes nos obliguen a ser cautos antes que abandonarnos a teorías que después pudiéramos lamentar: 74,2 millones de casos confirmados en todo el mundo y más de 1,6 millones de muertos hacen pensar que el lobo no solo no se ha ido de vacaciones, sino que sigue engordando más cada día a costa del rebaño humano.

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