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Carlos Cuesta

A contracorriente

Carlos Cuesta

Chemari, el entusiasmo como lema

En memoria de José María González, impulsor del Descenso Folklórico del Nalón

La vida da muchas vueltas y Chemari, así, a secas, sin apellidos ni ditirambos dejó este territorio en tiempo de pandemia y en Navidad, y se fue a ese paseo eterno que todo mortal lleva consigo. Un buen tipo dotado de imaginación e ingenio con el entusiasmo por montera y su amor insistente por su solar natal, Pola de Laviana. José María González, en sus años mozos y fiel a su estilo con el apoyo del Juvenil Club Eros, interpretó una fiesta distinta y original en paralelo con la jira campestre a orillas del Nalón, en las populares fiestas polesas de la Virgen del Otero. Con su manera de ser y sentido de lo lúdico puso la primera piedra junto a otros entusiastas para iniciar lo que hoy representa el Descenso Folklórico del Nalón, siendo pregonero vitalicio desde la quinta edición con el nominativo folklórico por el medio y el grupo Campurra de base renovadora de lo que actualmente es hoy la juerga fluvial más llamativa de Asturias y ese renombre de festejo de interés turístico nacional. Todo un marbete.

Chemari con su gracejo y la fuerza animosa para formar intención y fiesta, era básico para empujar a todo el respetable en momentos de jarana y alboroto. Personas de su talante son necesarias para llevar a efecto acciones de interés general en cualquier ámbito de la sociedad. Con su trabajo en Hidroeléctrica y los tiempos muertos escanciando sidra en la excelente sidrería Josepín de su padre, tenía horas para pensar y reflexionar ideas nuevas para su fiesta del alma, ese Descenso de tradición y espíritu. Miles de palabras en sus pregones festivos desde el Puente Románico del Arco que hacían las delicias de participantes y observadores. Frases intensas, lapidarias, excéntricas y adobadas por el momento festivo, en ocasiones plasmadas en papel higiénico. Todo servía para favorecer y dar rienda suelta a un festival acuático único, imitado en algunos lugares de España, pero sin la magia ni la geografía que aporta el propio cauce, el público, el Alto Nalón y La Chalana.

Chemari se escapó en silencio en tiempo de incertidumbre y duda. Tenía miedo a morir, era todo un vitalista y en los últimos años soportó con entereza su enfermedad, siempre con la palabra sentida en sus labios. El Descenso ha quedado huérfano de un bastión en su hechura de festejo especial y cargado de jolgorio, y esas personas son las que forjan un proyecto, una realidad, un destino. Junto a Chemari hubo otros animadores como Joaquín Pajares, Enrique Disloque, la Pandorga, un recuerdo emotivo para Chiqui y José Adolfo, y el Club Campurra, verdaderos artífices de la esencia y aliento para conformar lo que significa actualmente esta fiesta de río, Alegría y pasión.

Desde esos Campos Elíseos de justicia y paraíso a buen seguro que Chemari enviará vocablos y expresiones con su voz característica y gestos de procónsul para reforzar el pregón festivo de una fiesta madura y gozadora. Cuando hablo de Chemari me vienen a la mente sus ideas festivas, sus chascarrillos y los mejores voladillos del mundo, los fritos de pixín o merluza, junto a los calamares a la Romana en la sidrería Josepín. Y su madre Ángeles envuelta en harina y aceite para satisfacción de su exigente clientela. Chemari..., si llueve que llueva. ¡Tempus Fugit!

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