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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

Elecciones catalanas

Unos sufragios que tendrán gran influencia en las políticas del actual Gobierno de España

Hacer un repaso del año 2020, de cuáles hayan sido sus principales protagonistas, resulta muy sencillo en esta ocasión. Cualquiera habría acertado la quiniela pues habría puesto un uno, y además por goleada, en la casilla correspondiente a la galerna que no deja de soplar por todas partes. De modo que cuando la tertulia más o menos fija que nos reunimos en el bar de siempre (o sea, en el de mi primer descafeinado diario) decidimos abrir la lata de la conversación, nos pusimos de acuerdo para evitar deslizarnos sobre la misma pista de tantas otras veces. Se impuso la necesidad de hacer un recambio y, sobre todo, de jugar un tanto a adivinos, dado que estábamos aún en el cruce entre lo viejo que se iba (menos mal, resopló alguien, que nos abandona este fatídico año) y lo nuevo que, al menos, convinimos todos, no podría ser peor que lo anterior.

Decidimos posponer el tema de las vacunas. En todo caso se matizó que se trataba de un asunto de crucial importancia para conseguir ese efecto rebaño que haga posible que el virus nos abandone, pero que sería mejor dejarlo para otra ocasión. Se apuntaron entonces posibles escenarios, se barajaron hipótesis más o menos futuribles, hasta que nos pusimos de acuerdo en que las elecciones catalanas del 14F podrían ser un buen aperitivo al que hincarle el diente.

La suerte de quienes al final resulten agraciados por las urnas, puede producir combinaciones y alianzas para formar gobierno, lo que a mi parecer, apunté, tendrá importantes consecuencias para nuestro país. Y más, reiteré, después de los últimos episodios que afectan a la institución monárquica. Antes de que el debate continuara, uno de los intervinientes dijo que el discurso de Felipe VI había sido semejante al del Rey mudo, a lo que yo respondí que no estaba de acuerdo. La literatura del Rey mudo hace referencia a un anciano monarca que ha perdido el crédito de sus súbditos, de modo que llama en su auxilio a la televisión y, poniéndole delante a un entrevistador que no le hizo ninguna pregunta comprometida, se pasó un largo rato hablando sin decir nada (por cierto, su silencio encandiló a los adultos, pero no así a los niños que, todos sin excepción, se dieron cuenta del engaño).

Mas en este caso no sucedió así, el Rey habló de cuestiones generales, pero eludió en todo momento las situaciones políticamente notables, como el escándalo del Rey emérito, al que no mencionó, así como el deterioro democrático e institucional que sufre el país, incluida la corona, debido sobre todo a los abusos de poder, que tendría que haber denunciado sin reparos. Por eso, dije, creo que mejor sería tildarlo como el Rey listo, sabedor de que con un discurso de tamaña ambigüedad se tenía ganadas a las filas de la derecha y también, cómo no, a un Partido Socialista que siempre ha nadado en un mar de equívocos y vaguedades en el que ha conseguido una importante destreza.

Al final todos los tertulianos teníamos ya muchos puntos en común. Nos unía la certeza de que el resultado de las elecciones catalanas puede influir, y mucho, en la gobernabilidad de nuestro país. Podremos saber entonces cuál es la verdadera hoja de ruta de Pedro Sánchez: si continúa a favor de la alianza con partidos que buscan importantes reformas económicas y sociales y no han perdido de vista un horizonte republicano o, por el contrario, buscará desembarazarse de lastre para poder seguir navegando más tranquilo. En unos meses cubriremos la quiniela.

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