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Ventana indiscreta

Qué democracia

El actual sistema democrático es sustancialmente mejorable en muchos de sus aspectos

Un amigo, que era un convencido demócrata, y que ya no está entre nosotros, tenía en el pasillo de su vivienda el cartel: “Esta casa es una democracia, para unos más que para otros”. Me temo que es una verdad de Perogrullo en las democracias realmente existentes.

La democracia, no como sistema político, pero sí en su desarrollo está en debate, o eso parece, en nuestro país. Es posible que me equivoque, pero tal debate, si es que existe, tiene visos de obedecer más a la coyuntura política que a una efectiva clarificación de qué democracia queremos, para qué y cómo debe de funcionar. No obstante, sea bienvenida tal invocación. No sé si para darle un sentido emancipatorio o si para reformarla en plan lampedusiano.

En mi opinión, la democracia no debería de tener un carácter unidireccional, un acabado perpetuo. Si la democracia es un sistema de gobierno para y por el pueblo, concedamos que ese es su fin, tiene que estar en constante revisión y evolución hacia, precisamente, esa definición. Lo contrario sería una situación autoritaria y contra el derecho ciudadano.

El profesor de sociología Ángel Calle define la democracia real como la capacidad de decidir sobre asuntos que nos afectan colectivamente. Las condiciones de horizontalidad, cooperación y deliberación, entre otras, son imprescindibles para darle una consistencia en su desarrollo. Es una clara diferenciación con las actuales democracias liberales, basando su concepción en una amplia teorización en la que destaca el ecofeminismo y el contexto libertario.

Que estamos en democracias liberales, llamadas burguesas, en otro tiempo ya lejano, no debería de someterse a duda. Unas democracias, entre la que se encuentra la nuestra y que tienen dificultades para ser adjetivadas de plenas o totales. Es verdad, que entre ellas hay matices, algunos importantes, que las hacen más o menos democráticas. Pero si se admite, al menos desde la izquierda, que uno de los ejes sobre los que debería de gravitar una democracia que merezca llamarse así, sería la inclusión de los grupos más vulnerables en el principio de igualdad con el resto, es obvio que los actuales sistemas democráticos estarían sometidos a una severa crítica de anormalidad democrática.

Sabemos, si es que se quiere saber, que las normas de las actuales democracias son incumplidas sistemáticamente, no solo en España; pero como es donde vivimos, es entonces la que nos interesa. Y, efectivamente, nuestro país tiene carencias, déficits que hacen muy mejorable el sistema democrático español.

Tres situaciones, son a mi parecer, escandalosas. Que tengamos una monarquía impuesta por un dictador, no votada por el pueblo; que España sea una de las democracias europeas con menos libertad de expresión individual y que haya una justicia que deja dudas sobre su imparcialidad. Sin olvidar que tenemos a la derecha política más aborregada de Europa, en cuanto a su disposición para mejorar las libertades democráticas. Una derecha que cuestiona a un partido como Podemos para formar gobierno y blanquea a otro de extrema derecha, no es un dechado de democracia.

Tenemos una democracia deficitaria, insisto que aun admitiendo lo dicho anteriormente, no es más que las otras que nos rodean. Son todas incompletas e injustas porque la democracia, desde una perspectiva republicano-democrática de izquierdas, que es la que defiendo, es incompatible con el capitalismo mundializado y su aliado el neoliberalismo, esto es necesario valorarlo, que fagocita a la misma, impidiendo su avance hacia una sociedad emancipada. Los valores, que este sistema económico nos impone, son los de una clara pirámide social en la que el “arriba” y el “abajo”, son nítidos. Esta escala, irremediablemente hace que las democracias actuales sean incompletas. Corresponde, pues, menos jeremiadas y menos proclamas alarmistas y más pueblo, bastante más.

Fortalezcamos la actual democracia, sí, mejorándola en la calle, en la familia, en el trabajo, entre amigas y amigos y por extensión en la política. Lo demás, milongas.

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