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Ricardo Montoto

Dando la lata

Ricardo V. Montoto

Soberbia

Admitir los errores, algo que apenas se hace

Termina la entrevista de Évole a Aznar y me reencuentro con ese individuo incapaz de reconocer ningún fallo, psicológicamente imposibilitado para pronunciar un “me equivoqué, lo siento”. Porque Aznar tuvo aciertos, pero también errores, y muy gordos.

Por desgracia, esta actitud no es una excepción. Y hay que ver qué difícil resulta escuchar pedir perdón, y que, de ser posible, no volvería a actuar igual. Pues no hay manera.

Hace unos días, Inés Arrimadas puso todas las excusas habidas y por haber para intentar, que no lograr, justificar el despeñamiento de Ciudadanos en Cataluña (y en España, también). Lo que sea menos reconocer su responsabilidad y, previamente, la de Rivera, por haber abandonado tierras catalanes, traicionando a cientos de miles de votantes que creyeron ver en ellos la línea defensiva moderna y equilibrada frente al desafío secesionista.

Como el gobierno de la nación, que durante meses no dio una en el clavo de la gestión de la crisis pandémica, que no atina en las previsiones ni es sincero en sus intenciones. Ni un “nos equivocamos”.

Ni el oligopolio familiar que dirige Podemos se ha dignado a disculparse ante su atónito electorado por la clamorosa diferencia entre sus dichos y hechos.

Va a resultar que el único que se atrevió a reconocer un error –aunque ha cometido bastantes más– fue el rey Juan Carlos. Y, mira tú por dónde, le está cayendo la del pulpo.

Errar forma parte indisociable de la condición humana, pero en determinados ambientes hay que ver qué mal considerado está admitirlo.

Es pura soberbia, un pecado grave y un rasgo de la personalidad que no trae más que desgracias. Cosa distinta es que eso que desde fuera se percibe como un error en realidad no lo sea, no por ser un acierto, sino por haberse cometido intencionadamente.

Y de esto también hay mucho.

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