La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco Palacios

Líneas críticas

Francisco Palacios

En nombre de la libertad

Los altercados callejeros producidos tras la dentención del rapero Pablo Hasél, sobre todo en Cataluña

Josep Sánchez Llibre, presidente de la importante patronal Fomento del Trabajo, ha manifestado que Barcelona no puede ser la capital del fuego. Una hiperbólica respuesta para ilustrar una situación que considera insostenible por las noches de furia, llamas y saqueos que han arrasado algunas calles de la ciudad en los últimos días.

En una concentración de empresarios y de otras varias asociaciones, Sánchez Llibre ha denunciado también que no se pueden tolerar actos vandálicos que están dañando gravemente la reputación de Cataluña y de toda España, y pide a la Generalidad que gobierne para todos los catalanes y recupere la “lealtad institucional”.

Aunque Sánchez Llibre actúa en defensa de unos determinados intereses, sus firmes declaraciones contrastan con otros silencios oficiales (o incluso connivencias) sobre los disturbios. Dentro y fuera de Cataluña.

Como es bien sabido, en esas recientes movilizaciones se reivindicaba la liberación de Pablo Hasél, encarcelado por exaltación del terrorismo y por injurias a la corona.

Almudena Grandes, que reclama la libertad del rapero, calificó los sucesos de Barcelona como “crímenes minúsculos de múltiples algaradas”. Y escribió también que Hasél carece de entidad política, moral y artística para liderar nada, ni convertirse en modelo de nada. Que nada simboliza. Y menos la libertad de expresión.

Por otra parte, la palabra “libertad”, que goza de un singular, prestigio, aparece disuelta en una miríada de expresiones de muy diverso rango. Y acredita asimismo una extraordinaria potencia simbólica, mítica, metafísica, poética.

Uno de los modelos más universales de esa potencia simbólica lo representa la neoyorquina “Estatua de la Libertad”, conocida también como la “libertad guiando al mundo”. Otro ejemplo paradigmático es el famoso cuadro de Eugéne Delacroix “La Libertad guiando al pueblo”. Una representación estética de los movimientos revolucionarios franceses del primer tercio del siglo XIX.

Volviendo a la reacción ante los desmanes de las últimas fechas, en España es frecuente que los debates dialécticos se conviertan en excluyentes combates ideológicos: en trincheras políticas para defender posiciones irrenunciables.

Así, para un parlamentario de izquierdas, los que se manifestaban por la libertad de Hasél “eran jóvenes antifascistas”. Una destacada representante del mundo independentista ha confesado que el rapero “era un preso político de la democracia española”. Y el inhabilitado expresidente del Gobierno catalán incitaba en su día a jóvenes militantes secesionistas para que “apretaran” en las calles en favor de la causa.

Por otra parte, es evidente que en esas noches de llamas y adoquines no se estaba reivindicando un futuro mejor para millones de jóvenes sin expectativas, según la fórmula estoica de que la libertad es siempre una consecuencia de la necesidad. Por el contrario, las manifestaciones terminaban en una especie de motín nihilista protagonizado por una minoría antisocial y muy destructiva.

Finalmente, a finales del siglo XVIII, Madame Roland, miembro influyente de los girondinos, cuando estaba a punto de ser guillotinada, pronunció esta emblemática y repetida sentencia: “Oh, libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.

Compartir el artículo

stats