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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

Una marcha simbólica y solidaria

La manifestación de La Felguera a Ciaño, pasando por Sama, a finales del siglo XIX por la secesión felguerina

En los años veinte del siglo pasado aparecían frecuentemente en la prensa regional y nacional noticias relacionadas con el conflicto localista de Langreo. Se estaba dirimiendo en el Tribunal Supremo el juicio sobre la segregación de La Felguera del concejo langreano. Se llegó a decir entonces que los dos pueblos más rivales de España eran Sama y La Felguera. Una hiperbólica afirmación que ocultaba las verdaderas razones de un largo enfrentamiento.

En aquella delicada situación para el concejo, dos influyentes langreanos evitaron que La Felguera llegara a constituirse como municipio independiente. Fueron Manuel Llaneza, secretario general del Sindicato Minero Asturiano, y Jerónimo González, asesor técnico del Ministerio de Gracia y Justicia. (En el primer tercio del siglo XIX ya se había separado de Langreo San Martín del Rey Aurelio).

La marcha ceremoniosa que ahora nos ocupa tuvo lugar a finales del siglo XIX, cuando las rivalidades entre ambas villas comenzaban a manifestarse con notable empuje. La razón, o el pretexto, de la disputa fueron esta vez unas declaraciones del alcalde Antonio María Dorado en las que no disimulaba sus preferencias por Sama.

En un discurso festivo había destacado los “encantos naturales de la capital (Sama), alejada del humo de las industrias que la rodean y del estridente ruido que sale de los oscuros centros de La Felguera”.

El comentario soliviantó a muchos felguerinos, que, una vez más, acusaban a Dorado de relegar a su pueblo en beneficio de Sama. Y como respuesta inmediata se improvisó una manifestación a iniciativa de Florentino Zapico, activo republicano y autor de un interesante folleto titulado “Las luchas obreras en La Felguera”. El objetivo de la marcha era mostrar su oposición “al tiránico caciquismo y al poder dominador concentrados en la capital”, en cuya causa estaban unidos los pueblos de Ciaño y La Felguera”.

Y coincidiendo con las fiestas del Corpus, un grupo de jóvenes, encabezados por el propio Zapico, organizó “un acto de fraternidad” como protesta por los agravios del alcalde.

Monumento a Antonio Dorado en el parque de Sama. | M. Á. G.

Con un repique general de campanas se iniciaba la manifestación en la fábrica de Duro y Compañía. La encabezaba un jinete con una bandera y el caballo ricamente ataviado con llamativos penachos y cintas multicolores. Circulaba después un gran coche tirado por cuatro caballos en el que iban treinta animosas jóvenes. A continuación seguían varios carruajes, la comisión organizadora, “cerrando la manifestación el pueblo felguerino en masa, con esa gravedad y entusiasmo que le caracterizan”.

El ímpetu de los manifestantes se desbordó al atravesar Sama, donde contemplaban la “procesión laica” muchos vecinos sin que tuviera lugar ningún incidente grave. Solo hubo “vehementes intercambios de pareceres”.

Según Florentino Zapico, la entrada en Ciaño fue triunfal. Los representantes de ambos pueblos confraternizaron en la Plaza de la Nozaleda, “entre los acordes de las bandas de música y la potencia de los cohetes que atronaban el espacio. La fiesta se alargó hasta bien entrada la noche.

Esta marcha decimonónica, en apariencia pintoresca e inofensiva, encubría fines más pragmáticos. De forma implícita se reivindicaban frustrados proyectos, servicios e infraestructuras que las llamadas fuerzas vivas de La Felguera reclamaban como imprescindibles desde hacía tiempo.

El alcalde Antonio María Dorado, obviando casi siempre las justas reclamaciones de los felguerinos, en aquellas circunstancias se limitó a declarar que “lo único que querían los de La Felguera era llevarse para allá la capital, pero no lo iban a conseguir”.

Ciertamente, los intentos de secesión local se frustrarían legalmente años después tras el fallo del Tribunal Supremo al que nos hemos referido.

En definitiva, creo que simbólica y materialmente la unidad municipal quedó sellada con la fusión deportiva hace seis décadas. Fusión de la que nació el Unión Popular de Langreo: acaso el nombre más original y significativo de todos los clubs que componen las ligas nacionales de fútbol.

Un club que además representa a un histórico y pionero concejo cuyo proceso de transición hacia nuevos y más promisorios rumbos no acaba de producirse.

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