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Carlos Cuesta

A contracorriente

Carlos Cuesta

Ángel Claudio Villa, la vida es bella

La muerte del exconcejal del Ayuntamiento de León, natural de Sama

En el mejor momento vital llega la hermana muerte y trastoca planes y sensaciones. Ángel Claudio Villa nunca pensó que su tiempo se agotaba. Era una persona que amaba el Carpe Diem horaciano y disfrutaba de los buenos instantes entre amigos y sociabilidad. Con la jubilación por montera tras una fructífera carrera profesional en el universo de la banca y más tarde en la concejalía de promoción de empleo en el Ayuntamiento de León, hizo de su existencia una manera de ser cumpliendo con el deber y aprovechando al límite su idiosincrasia de hombre bueno y transparente.

Asturiano de Sama, en esa cuenca del Nalón solidaria y campechana, era un leonés en toda regla y concitaba la voluntad de todos por su carácter bonachón y siempre dispuesto a lo que surgiera porque Gelín, como así le nombraban los próximo, marcó una huella de talante y aceptación que le convertía en una persona atractiva con un ligero toque de cascarrabias que marcaba su estilo. En el popular bar El Sella leonés, la tertulia afectiva era el santo y seña de muchos parroquianos y en donde Gelín ejercía de auténtico animador y promotor de causas loables ya fueran deportivas, sociales o de la vida misma. Lo comprobé en múltiples ocasiones con recuerdos felices y anécdotas imposibles entre estupendos caldos de Prieto Picudo y notables pinchos. La vida es un soplo y es continua transformación. Y esta buena persona como era Gelín, con sus defectos y virtudes, se reflejó en el día a día con su ejemplo, su sentido del humor y un estigma de concordia, estima y consideración. En este tiempo de pandemia y confusión, la muerte de Gelín supone un golpe físico y moral para cuantos lo conocimos y con su plusvalía de honra y merecimiento estará sin duda alguna en nuestro corazón y sentimiento.

Este asturiano trasterrado a tierras leonesas fue un gran embajador de lo más granado de su enclave de nacencia y trabajó a fondo desde su concejalía con el apoyo de Agustín Rajoy Feijoo –Hacienda–, para que León fuera una ciudad y un alfoz más moderno y avanzado. Sus ideas fueron proyectos llevados a efecto cuando las arcas municipales se encontraban bajo mínimos y esta realidad dice mucho del talento de un hombre sin prejuicios y dotado de un halo especial y con esa empatía de ponerse casi siempre al lado del otro en momentos complejos.

Dios nos libre de las alabanzas pero mentar la figura de Gelín es incidir en trabajo, emociones y amistad. Palabras que lo convierten en la persona que fue. Amante de la buena vida, un perfecto guía moral, testarudo en ocasiones, animoso siempre, familiar y cargado de una esencia especial que lo hacia distinto. Hoy las buenas impresiones de otro tiempo nos conducen a un proceloso mar de lágrimas. “Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado”...

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