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José Manuel Ibáñez

Protestas

La situación de abandono de la zona rural

Desde hace tiempo tengo asumido el ser una especie de oficina volante de reclamaciones, pese a que muchas veces, cansado estoy de decir que con lo que uno observa tiene materia de sobra para dar y regalar.

Pero las buenas gentes siguen acercándose para contar sus cuitas en la creencia de que si sus problemas son extrapolados en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA va a ser “agua bendita”, y que van a ser solucionadas en un “pis-pas”. Al final lo asumo con estoicismo.

Últimamente, lo uno porque me encanta, y lo otro por el cierre perimetral –otros quince días más de propina– estoy pateando diversos pueblos del concejo que desde hace tiempo tenía olvidados, cosa –pienso– que todos deberíamos hacer algo más a menudo.

Por lo tanto, lo que vuelvo a comprobar en primera persona es el progresivo deterioro de muchos de estos núcleos enclavados en la zona rural.

Decenas de casas en ruinas, y una maleza que progresivamente lo invade todo, e incluso accesos en los que las sebes impiden la visión ocultando tramos de carretera.

Concatenado con esto último muchos se acordarán de los antiguos peones camineros, que mantenían los tramos asignados impolutos. En mi zona –aunque era en toda Asturias– existían dos, uno entre Las Tejeras de Lada y el alto de San Emiliano denominado La Casilla, y otro entre Trapa y San Tirso.

Hace ya mucho que en aras del “progreso” desaparecieron, y en la actualidad el mantenimiento pertenece a diversas administraciones que se pasan la pelota, una por otra y la casa sin barrer. Y dejo a un lado los baches, problema preocupante para conductores y peatones.

Uno, iluso que es, entiende que habría que impulsar una política de prevención, y diligencia en buscar remedios a estos problemas antes de que nuestra zona rural se convierta en un simple solar abandonado por todos.

Las lamentaciones a posteriori no servirán de nada.

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