Si recuerdan, hubo que aprobar una normativa contra la violencia en el deporte para, entre otras cosas, poner freno a la insensata actitud de buena parte de los dirigentes de los clubes de fútbol, que de lunes a viernes se dedicaban a “calentar” los partidos del siguiente fin de semana. Y como siempre hay algún idiota en el que calan las llamadas a la guerra, a machacar al rival, al exterminio del adversario, los actos violentos entre aficiones llegaron a ser un problema grave que costó vidas y no poco sufrimiento. Y los directivos que prendían la mecha, cuando se producía la explosión siempre alegaban lo mismo: no era nuestra intención.
Hoy, esa misma insensata estrategia parte del teatrillo político patrio, incapaz de componer discursos lógicos, fundamentados y sensatos, por lo que encubre su falta de formación con mensajes facilones dirigidos al ciudadano forofo, en cuyas tripas impacta esta palabrería estridente.
Esto, en mayor o menor medida, lo practican todos los partidos y, en especial, PSOE, PP, Unidas Podemos y Vox. Si unos son fascistas, machistas, xenófobos y herederos del franquismo, otros son socialcomunistas, chavistas, liberticidas y filoetarras. Y después vienen los mensajes coincidentes: hay que frenarlos, no pasarán, hay que movilizarse contra ellos, corruptos, tramposos, criminales, asesinos… El grosor del insulto es proporcional a la radicalidad de la formación pero, insisto, lo practican todos. Y también todos lloran, chivan y denuncian las descalificaciones ajenas, que son idénticas a las propias. Igualito que en el fútbol, para que los forofos se enzarcen.
El problema es que este proceder, tan poco político y tan demencial, además de no reportar ningún beneficio a la ciudadanía, como en el fútbol, es una mecha prendida buscando materia susceptible de explotar. O sea, lo que pretenden los partidos es convertirnos, no en sus votantes, sino en sus soldados. Y que nos partamos la cara por ellos.