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Carlos Cuesta

A contracorriente

Carlos Cuesta

Palabras para un adiós

En recuerdo de Maite Viejo, una persona formidable, defensora de los valores humanos y la amistad

La vida nos envuelve en momentos luctuosos y golpes anímicos que rompen nuestro devenir y nos hace débiles e impotentes. En el mejor vivir, morir. Esta es la reflexión ante un hecho acaecido recientemente como fue ese final terreno de una buena persona y una mujer fuerte de carácter que vivió su existencia en plenitud y con el sentimiento de la bondad y el amor al prójimo.

Maite Viejo.

Maite Viejo Granda era el vivir personificado y una buscadora de sensaciones en todo su ámbito y con los próximos. Sicóloga de profesión y vocación, con espacio laboral en La Felguera y Mieres, era una firme defensora de los valores humanos y la amistad bien entendida.

Cercana, abierta, conversadora, desprendida, culta y brillante, se fue para ese lugar bíblico de placer y goce eterno en un tiempo de incertidumbre y cargado de incomprensión por las propias circunstancias de una crisis pandémica que nadie esperaba.

Ella, que tan bien auscultaba los momentos cotidianos con sentido común y enorme positividad, la Parca traicionera la arrebató en edad jovial y con ese futuro que era presente notablemente estudiado.

A Maite le gustaba el discurrir familiar y amistoso entre chanzas, parlamentos y sidra entusiasta. Amaba a su localidad, La Felguera, y siempre actuaba de embajadora allá donde estuviera ofertando lo mejor y más granado de un enclave industrial, fabril y cargado de actividad cultural por todo su entramado urbano. Y para ella los festejos sampedrinos eran el punto de inflexión de un año pleno de trabajo y los días más intensos de ánimo, camaradería, fiesta y bulla feliz con la Jira a Castandiello como cierre a instantes de verdadera expresión juvenil. Tempus fugit. Con la muerte de Maite se va un halo de amistad, un trozo de historia local, un gramo grande de dulzura, una excelente sicóloga que conocía su mundo como nadie, una persona tranquila y una mujer de su tiempo con las ideas claras y los buenos propósitos en el bolso de su chaqueta.

“ Ya formidable y espantoso suena / dentro del corazón el postrer día; / y la última hora, negra y fría, / se acerca, de temor y sombras llena. / Si agradable descanso, paz Serena / la muerte en traje de dolor envía; / señas da su desdén de cortesía: / más tiene de caricia que de pena”...

Palabras en unas horas de desconsuelo, en un infinito adiós.

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