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Ricardo Montoto

Dando la lata

Ricardo V. Montoto

Lucha de gigantes

Vamos, que más claro, imposible. Los americanos, ahora más demócratas que trumpistas, vuelven a apuntar hacia el laboratorio de Wuhan como kilómetro cero de la desgracia que nos azota desde hace quince meses. Y los chinos contraatacan sugiriendo que fueron los yanquis los que llevaban tiempo jugueteando con el coronavirus que después apareció en Wuhan.

O sea, mienta quien mienta y diga la verdad quien la diga, esta pandemia no tiene nada de natural y espontánea. Alguien liberó el bicho. No lo digo yo, ni Miguel Bosé: lo dicen ellos, los que lo saben, que, al mismo tiempo, bloquean cualquier intento de investigación en profundidad.

Y, no se lo pierdan, desde ambos bandos se habla de intencionalidad, o sea, que la pandemia es el resultado de una acción bélica.

Séneca –que no está emparentado con los de la vacuna de los trombos– dijo que “nada nos enreda en males mayores que el atenernos a los rumores, en la creencia de que lo mejor es lo aceptado por consentimiento de muchos, y seguir los ejemplos más numerosos, rigiéndonos, no por la razón, sino por la imitación de los demás”. Bueno, pues nos han hecho creer que lo que está sucediendo es una calamidad imprevisible, fortuita, la consecuencia casi imposible de una cadena de casualidades. Sin embargo, las grandes potencias, eso sí, sottovoce por el momento, se acusan mutuamente.

Es comprensible que la gente prefiera creer en una pandemia sin responsables que afrontar que, muy posiblemente, nos hallemos en guerra, en medio de una lucha de gigantes que, como versó el inolvidable Antonio Vega, “convierte el aire en gas natural”.

Porque, para hacer esta vida más llevadera, mejor jugar a hacer planes de escapadas de veraneo que ponerse a pensar en un futuro sombrío bajo la amenaza constante de ser atacados con armas invisibles por enemigos no declarados.

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