Queda un año y medio para las próximas elecciones municipales, tiempo que pasa volando. Por eso en Mieres ya se comienza a percibir el movimiento, como ese especial cambio en el ambiente que anuncia la llegada de la tormenta, el aire pesado, la aparición de insectos que normalmente se mantienen ocultos y esa sensación rara y molesta que sólo se alivia con la descarga de lluvia.
El ambiente preelectoral es parecido, lo sabemos bien los que habitualmente nos exponemos al público, los bichos van reactivándose para acelerar las labores de manipulación y agitación, en las que hoy en día las redes sociales cumplen un papel de primer orden.
Lo que hasta ahora se entendía, de aquí a las urnas se malinterpretará, y cualquier acción, por inocente que sea, podrá ser infiltrada con el veneno de la política rastrera. Y se señalarán enemigos que nunca lo fueron; y se adjudicarán frases jamás pronunciadas; y se llamará a combatir contra quienes siempre evitaron el enfrentamiento. Lo que sea con tal de confundir a unos cuantos y de arañar un puñado de votos.
En Mieres ya se aprecia que el mar de fondo va en aumento, con el factor añadido de que el actual alcalde no ha despejado la incógnita sobre su futuro. ¿Volverá a presentarse? Esta pregunta que hago también recorre las sedes de las oposiciones, para las que Aníbal Vázquez ha sido un muro infranqueable, un rival invencible. Sin Aníbal hay más posibilidades de ocupar el sillón de la alcaldía; con Aníbal en los carteles, la cosa se complica.
Esta incertidumbre también hace la atmósfera más pesada y favorece la inquietud de esos bichos que tienen por delante año y medio para enrarecer el ambiente, para hacer ese trabajo sucio que acaba salpicando a cualquiera que sea, pueda ser o supuestamente pudiera llegar a ser un estorbo.
