Dos Consejos de Ministros a celebrar en una semana, con el fin de tratar sendos asuntos de importancia. La amnistía para dar rienda suelta a los catalanes previamente condenados y que no piden disculpa alguna a su viejo intento de soberanía a través de Jordi Pujol, Mas, el fugado de Puigdemont y ahora el recientemente nombrado Aragonés. Este último se verá personalmente con el señor Sánchez con el fin de que ambos gobiernos lleguen a un acuerdo.
Pretensión de Sánchez era que Salvador Illa ganase las elecciones y, así, un socialista ganase las elecciones catalanas: pero no pudo ser y los separatistas, los que hoy piden la amnistía, son los que hicieron causa para que Aragonés saliera Presidente de la Generalitat.
Y ahora ataquemos la mascarilla, aquello que en su día fue torpemente inútil, cuando por Europa ya se utilizaba, pero en España no la considerábamos necesaria. Y mucho más tarde se montaron fábricas, valga la expresión, a barullo, que hoy disminuyeron su fabricación o, incluso, están cerrando. Nuestro Presidente de Gobierno anunció el poder quitar las mascarillas en zonas abiertas y solo su utilidad en zonas tumultuosas, como vehículos urbanos, zonas deportivas o calles donde la afluencia de gente, donde el comercio lo hiciera imprescindible.
La mascarilla fue un hábito de pequeños y grandes, que se nos hizo un uso normal y que seguirá durante mucho tiempo, quiérase o no.
