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José Antonio Vega

El baúl de la historia

José Antonio Vega

Santa Germana como aperitivo de San Juan

Una entrañable celebración mierense que el paso del tiempo ha borrado

Las fiestas de San Xuan, han ido evolucionando con el paso de los años, como no puede ser de otra manera. Afortunadamente, muchos aspectos tradicionales se mantienen hoy en día, pero no está de más recordar, justo ahora al término de las patronales de Mieres, algún programas de las fiestas de hace más de cien años para comprender cómo eran y cómo disfrutaban de ellas nuestros antepasados.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, antes del día de San Juan, en Mieres había varios acontecimientos que anunciaban la proximidad de las fiestas patronales. El primero en celebrarse, era la festividad que estaba fechada el 15 de junio, la olvidada fiesta de Santa Germana, la cual era una romería muy popular y celebrada en la villa de Mieres del Camino. Del mismo modo, durante el mes junio, los vecinos de La Pasera solían arreglar y pintar las fachadas de sus casas, para que se lucieran en esos días en que tanta gente forastera paseaba por este hermoso pueblo. Recordemos que hasta antes de la guerra civil, las fiestas de Mieres eran muy concurridas y por eso, tanto el ferrocarril del Norte como el Vasco-asturiano se veían desbordados de viajeros por lo que se reforzaban su servicio con trenes especiales.

La romería de Santa Germana era de las más afamadas, ya que en su momento constituyó la emblemática expresión de la religiosidad popular de la cuenca minera. Esta fiesta también era conocida como la del catecismo y se celebraba en el mítico valle de Mariana, de donde salieron millones de toneladas de carbón durante casi cien años. Concretamente, la capilla de la fiesta estaba en lugar conocido como El Carbonero de Santa Germana, no lejos de Rozamayor, y que como además conocerán los lectores, es el lugar donde se viene celebrando la romería de Los Felechos, desde hace casi sesenta años.

Por tanto, estaba situada a considerable altura, en un sitio pintoresco y que resultaba muy agradable para pasar un día de calor. Dicha ermita, como una parte los terrenos que la rodeaban, eran propiedad de los marqueses de Camposagrado-Isabela. Estos, en ocasiones asistían a la fiesta, e incluso una de sus hijas sería bautizada con el nombre de Ana Germana.

Las gentes de la villa de Mieres, accedían a este lugar por la empedrada calzada que partía entre la Casa Duró y la capilla del Carmen, en barrio de La Villa, valga la redundancia. Aparte de todos los mierenses, Santa Germana era muy venerada por los mineros del grupo Mariana, propiedad de Fabrica de Mieres, para los cuales ésta era su fiesta de verano, a quien veneraban junto con su patrona Santa Bárbara, ya en el mes de diciembre, también en ese mismo valle.

Aunque ese día no era festivo en este grupo carbonero, los mineros lo hacían madrugando todos los relevos y sobre las once de la mañana, se encontraban ya fuera del tajo. Una vez al año, toda rivalidad que había entre los mineros veteranos y los jóvenes chavales que venían empujando, se cambiaba por fraternidad al calor de las tortillas y las empanadas, junto con vino y sidra que se despachaba en la antojana de la ermita de Santa Germana. Cuando los mineros alcanzaban El Carbonero, ya habían llegado las esposas, madres y hermanas con las cestas cargadas de las viandas de cada casa junto con botellas llenas de vino y sidra, las cuales se ponían a enfriar en la fría Fuente de La Llameda.

A dicha fiesta, acudían todos los niños que estudiaban el catecismo, entre los que se rifaban doce corderos que regalaba, según una costumbre tradicional, la marquesa de Camposagrado. En aquel momento, en Mieres, se impartían dos catecismos: uno por el que se regían los curas de la iglesia parroquial de San Juan y otro por el que lo hacían los frailes del convento.

Los actos giraban en torno a la misa cantada de las once de la mañana y era escuchada principalmente por las mujeres y por todos los niños. Al terminar la misa, los niños se desparramaban por todo el campo de la ermita para sentarse en la pradera en animados corros, saboreando de paso los bocadillos. Era costumbre que los niños envolviesen junto con la merienda una cuerda, por si eran premiados con la cordera. Después venia el sorteo que se hacía desde el corredor de la casa del mayordomo del santuario. Quizás aquel fuese el momento más feliz y alegre del día tanto para los niños, como para los mayores. Con ellos, se sumaba a la felicidad, el sacerdote Valeriano Miranda, una persona querida por todo el mundo y que cogía fuerza para vivir otro año más. Posteriormente del sorteo y a continuación, comenzaba a sonar alegremente la gaita y el tambor. Como sucede siempre en los casos de rifas, son más los descontentos que los afortunados, y que en este caso no podían ser más de una docena. Los niños que no eran agraciados, volvían por la tarde a sus respectivas casas, mustios y, los agraciados por la suerte, se mostraban orgullosos, rebosantes de satisfacción, ya que conducían amarrada con un cordel la preciada cordera.

Esta fiesta se recordaba principalmente por su mala suerte climatológica, ya que siempre terminaba lloviendo y lo que era peor, como un habitual día de mojadura, al no existir en las cercanías pueblos donde poder resguardarse de la inclemencia de la lluvia. El lugar habitado más próximo a este santuario era el poblado minero de Quintos de Mariana. Al atardecer, algunos romeros adultos terminaban la festividad en el barrio de La Villa, de manera poco pacífica, ya que se necesitaba la mediación de los serenos para apaciguar los ánimos y retirar navajas y bastones, olvidándose del tono pacífico que había reinado en la zona de El Carbonero.

Otro hecho habitual, eran las grescas entre los vecinos de los barrios de La Pasera y de La Villa, al paso por esta última barriada ¿Por qué se llevaban mal?. Según un documento periodístico de finales del XIX, la opinión de los vecinos de La Villa sobre los habitantes de La Pasera era la siguiente: “Porque eran unos entrometidos. Querían ser los mandones de todo, las mujeres se creían algo así como si fueran señoritas de Madrid, París o Roma. Mucha presunción en todas ellas. Pero habían de calzar madreñas como las de La Villa, que desde octubre a junio la carretera era todo un barrizal”. Sirva como anécdota de lo curiosa que puede llegar a ser la hemeroteca de aquella época.

Discusiones aparte, a comienzos de los años veinte del pasado siglo, la capilla situada en El Carbonero amenazaba ruina, y años después, terminaría cayendo debido a los trabajos subterráneos de las minas. Por esto, a partir de 1926, esta fiesta se comenzó a celebrar en el barrio de La Villa, siendo la misa en la capilla del Carmen y la gira campestre en los jardines del palacio de Camposagrado, pero a partir de esa fecha, poco a poco fue decayendo hasta su desaparición, y como en tantas cosas, la guerra civil y el régimen instaurado después, acabaron con el espíritu de la fiesta y en ocasiones hasta con los que la impulsaban. Basta echar un vistazo al calendario de fiestas de la comarca, para constatar que el paso del tiempo ha dejado en el camino a algunas citas populares que sólo recordarán algunos nostálgicos.

Según el estudioso de la historia de Mieres Benjamín Álvarez “Benxa”, la imagen de la Santa y la campana de la ermita estaban recogidas en una casa de El Carbonero. La campana tenía grabada la inscripción de “Jesús, María, José. 1.896”. Como imaginarán desconocemos hoy el paradero de esos históricos elementos. También se debe reseñar, que una gran parte del amplio terreno donde se celebraba la romería era público. De ahí que se comenzara a parcelar de forma privada dentro de lo especificado por el R.D. de 22 de Diciembre de 1925. Quizás esta parcelación fue una de las numerosas consecuencias para dejar de celebrarse la fiesta. Uno de los primeros en acogerse a este decreto, fue el vecino Ramón García Acebal, quien el 7 de mayo de 1926, legalizó la finca con el nombre de “Sobre la Campa”. Situada en términos del Carbonero, paraje denominado Santa Germana, con una capacidad de 27 áreas y 54 centiáreas, que linda al norte y este con monte común, sur con terreno de Salvador Iglesias y al oeste con la propiedad de Vital A. Buylla.

En 1955, un grupo de mierenses, junto con el párroco de San Juan, don Andrés Corsino, y el también sacerdote, Benigno Pérez Silva, quienes eran amantes de las bellas tradiciones, intentaron la restauración de la fiesta de Santa Germana de la que todavía alguno de ellos recordaba con nostalgia. Para ello, se habló con el Ayuntamiento y con diferentes empresas para intentar reconstruir la capilla y la recuperación de la fiesta. Como se imaginará el lector, el proyecto fracasó y Santa Germana cayó en el olvido absoluto. Sobre Santa Germana de Cousin diremos que está considera como la patrona de las personas que han sufrido abusos, particularmente los niños. También lo es de los huérfanos o los abandonados, como de los que sufren deformidades o enfermedades corporales, ya que ella tenía la mano derecha atrofiada. De igual manera, lo es de los pobres en general.

Finalmente, sería el Papa Pío IX quien la beatificó primero el 7 de mayo de 1854, y la canonizó después el 29 de junio de 1867, mostrando además gran devoción a la pastorcita desconocida. Sus restos se veneran en su basílica, situada en Pibrac, en el departamento de Garona. Es la patrona de la diócesis de Toulouse y de varias parroquias de Francia y como han podido comprobar una auténtica desconocida en nuestro municipio a pesar de la extensa vinculación con ella.

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