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Luis Felgueroso Palacios

Refrescando la memoria: ¡Regeneración!

El 7 de enero de 2009 se publicaba en este periódico (LA NUEVA ESPAÑA) un escrito con el titular: “Regeneración” y comenzaba el escrito: “¡Y qué mejor que recordar!: El próximo día 25 de enero de 2009 se cumple el sesenta aniversario de lo que fue el acontecimiento fundamental de la historia cristiana del siglo XX, es decir, el 25 de enero de 1959 el Papa Juan XXIII anunciaba la convocación de un nuevo concilio, el Vaticano II, que el 11 de octubre de 1962 da comienzo abriendo las ventanas del Vaticano para que entre el aire purificador y limpie las impurezas depositadas por aquellos que no han sabido interpretar los preceptos del verdadero cristianismo. Para no herir sensibilidades, lo expresaré tal como lo hacía el ‘Papa bueno’, como se le definía: ‘Abrir las ventanas de la Iglesia para que entre el viento renovador del espíritu’. Creyentes y no creyentes han reconocido, elogiado, valorado y apreciado la gran labor del Papa Juan XXIII. Este hombre, durante su pontificio, dejó un grato recuerdo por su esfuerzo en evitar la guerra y consolidar la paz. A menudo repetía: ‘Preocupémonos por lo que une, y dejemos aparte lo que nos divide’. Después de su muerte, el 3 de junio de 1963, el Papa Pablo VI retomaría con entusiasmo la antorcha del concilio.

El Concilio Vaticano II representó, también, un cambio en la Iglesia española y vino a sustituir la intransigencia tradicional de la Iglesia por posiciones conciliadoras, renovadoras y aperturistas en diferentes sectores. Prueba de ello es que en septiembre de 1971 la asamblea conjunta de obispos y sacerdotes inicia una nueva etapa inspirada en los principios del Concilio Vaticano II a pesar de los intentos de algunos obispos intransigentes y conservadores, que no eran partidarios de la renovación de la Iglesia”.

Expuesto lo que precede me hago la siguiente pregunta: ¿El núcleo dirigente del Partido Popular encabezado por el señor Pablo Casado ha sabido interpretar y practicar las enseñanzas del Concilio Vaticano II para que entre el aire purificador y limpie las impurezas depositadas a lo largo de la historia por aquellos (dictadura del franquismo) que no han sabido interpretar los preceptos del verdadero cristianismo?

El señor Casado y su grupo dirigente están impregnados (así lo demuestran con sus insultantes e intransigentes intervenciones en el Congreso de los Diputados) de unas ideas caducas y unos valores contrarios al cristianismo humanista, del cual, ellos hacen gala de representar, pero, se olvidan de practicar las enseñanzas del Concilio del Vaticano II, y, entre ellas, el Papa Juan XXIII decía: “Preocupémonos por lo que une, y dejemos aparte lo que nos divide”.

El señor Casado (y su grupo dirigente) divide con sus posiciones anticonciliadoras, prueba de ello son sus actuaciones de intransigencia en el Congreso de los Diputados queriendo postularse (con supuestas falsedades, calumnias y mentiras) en los verdaderos defensores de España, y, para ello, nada les importa hacerlo a costa de vulnerar la Constitución Española, al estilo de sus “competidores” ultraconservadores en el Congreso de los Diputados.

Lo más grave de toda la incidencia del señor Casado y su grupo dirigente son sus actuaciones de insolidaridad ante la grave crisis derivada de la destructiva pandemia y que ha afectado en la economía real de las empresas, las grandes y las pequeñas, sobre todo a los autónomos y trabajadores asalariados en general, que han sido y siguen siendo víctimas de las quiebras, los cierres totales o parciales, los reajustes salariales y de personal que constituyen un pavoroso carrusel diario, de parados de todos los sectores y de agobios generalizados a la hora de pagar las hipotecas y los recibos de final de mes.

El señor Casado y su élite dirigente del Partido Popular que se proclaman en inspiradores del cristianismo humanista deberían empezar a interpretar fielmente la Doctrina Social de la Iglesia reflejada en varias encíclicas de los papas León XIII (“Rerum Novarum”), Juan XXIII (“Mater et Magistra”) y Pablo VI (“Populorum Progressio”), por citar algunas de ellas. Estas encíclicas, son muy importantes de recordar en la aplicación práctica de la Doctrina Social de la Iglesia, pero, lamentablemente, son olvidadas por quienes se erigen, sin pudor alguno, en defensores del cristianismo humanista.

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