Atrapados. Es lo que nos sucede a la mayoría de los ciudadanos, como si una invisible tela de araña gigantesca nos tuviera inmovilizados en ella sin posibilidades de escaparnos. Una tela de araña tejida por una sociedad diseñada por unos pocos a su gusto y medida en detrimento del resto, pero con efectos perversos directos y colaterales que pagamos el resto de los ciudadanos, todo ello con nulas posibilidades de revertir la situación.
Todo el montaje está dirigido a engañar al prójimo –nosotros–, hacerse rico rápidamente por cualquier medio a costa de lo que sea, sin que los efectos secundarios les importen un carajo. La conclusión es que forzosamente todos pagamos las tropelías que a diario nos acechan por doquier: garantías que no se cumplen, cargos y pagos abusivos, estafas de todo tipo, desprecios de algunas entidades bancarias con sus clientes de toda la vida, ¡quién las vio y quien la ve!, con trato nada empático, e interpretando la letra pequeña a su gusto para cobrarte comisiones abusivas, con el consejo de que “o lo tomas o lo dejas”.
Claro, previamente se han puesto de acuerdo todas en la misma línea. Estos métodos tienen un nombre concreto, que obvio “por si acasu”.
Todo lo reflejado hasta ahora, y la lucha contra esta gentuza y sus protectores, amén de una burocracia que nos marea y vuelve locos, hace desistir de las justas reclamaciones a los ciudadanos, pese a que son conscientes de que la razón les asiste, pero...
Imbuidos ya en el putrefacto y cenagoso mundo de la política, la mentira y el engaño son la moneda de cambio habitual, con individuos que son capaces de vender a su propia madre con tal de no perder el sillón. Cambios de chaqueta, desdecirse de las promesas, mentir, trileros... pero todo les resbala con tal de seguir aferrados al poder. Y ni por asomo se ponen coloraos.
Son fieles seguidores de la máxima de Maquiavelo, ya saben: “El fin justifica los medios”, y la practican a conciencia.
