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José Manuel Ibáñez

Compás de espera

La reconstrucción tras la crisis sanitaria

Estábamos contentos e ilusionados en la creencia de que la pandemia parecía embridada y en franca recesión, pero las últimas noticias no pueden ser más desalentadoras.

Así que cuando llegue septiembre, mes que supone un nuevo curso en los más variados aspectos, el claro relajo de esta época vacacional me temo que será el inicio de una peligrosa vuelta atrás.

Ahora mismo nos encontramos en tenso compás de espera para comprobar la evolución de lo sanitario, como también la economía, que esa es otra.

Así que remedando a Santa Teresa de Ávila, que acuñó la frase de “Vivo sin vivir en mí”, eso mismo es lo que nos sucede a los españolitos.

Cada vez se recurre más a aquello de “Virgencita, virgencita, que me quede como estaba”, señal inequívoca de nuestro estado de ánimo.

En la actualidad hay cuatro millones de parados, ERES, ERTES, los que malviven de la economía sumergida y diez millones de pensionistas en la cuerda floja, con subidas ajustadas al IPC. Algo es algo, pero que, obviamente, no coincide con lo real.

Simples ejemplos pueden ser los combustibles, la luz o la diaria cesta de la compra, con lo cual se pierde mucho poder adquisitivo.

Por otra parte, hace tiempo que nos avisan que el lobo de los impuestos ya está picando en nuestras puertas –esto seguro que se cumple– con lo cual nos van a dar un palu tremendu. Si todo ello se concreta, va a ser la puntilla para una clase media baja que hace tiempo está al borde del precipicio. O el barranco que diría Redondo.

Enterrando, aún más si cabe, a los que ya estaban en ese infierno. Compás de espera tenso ante las expectativas de la riada de millones que vendrán de la Unión Europea. Tamos ya muy escaldaos.

Seguro que no va a ser oro todo lo que reluce y mucho más con la negativa experiencia que en las Cuencas padecimos con los fondos mineros, que solo sirvieron para que se “forrasen” unos cuantos mangantes y vividores.

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