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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

Sin solución

La tribu de los negacionistas, que solo aprenden cuando el coronavirus los ataca a ellos

A buen seguro que cualquiera que se acerque a estas líneas conocerá a un grupo de personas más o menos cercanas: familiares, amigos, entre otras, que no solo se resisten a ponerse la vacuna contra el coronavirus, sino que incluso niegan que este forme parte de nuestro paisaje actual. Son los integrantes de una cofradía a la que resulta imposible disuadir de su argumentario, pues siempre tienen una respuesta preparada, por si acaso, y nos ven a los demás como exagerados, equivocados, hipocondríacos… Basan sus razonamientos en la existencia de una psicosis colectiva que a ellos, proclaman con un punto de triunfalismo, no les ha hecho sucumbir.

Explorar los motivos de estas conductas daría para centenares de folios, dado que se mezclan motivos puramente personales: miedo, rabia, desamparo, falta de rigor…, con otros que proceden de un contexto social en el que tiene un claro predominio la falta de confianza en las instituciones (ya sea la OMS, los gobiernos nacionales o locales), y que, sobre todo, cuando son utilizados de un modo torticero (no hace falta arrugar mucho la frente para comprobar lo que pasa en nuestro país con los ataques al Gobierno actual), puede producir excelente réditos políticos. Es de sobra conocida la facilidad con que algunas personas, cuando les interesa, hacen uso de la frase: “El fin justifica los medios”.

Algunos integrantes de esta congregación negacionista (“esto no puede estar pasando” es uno de los lemas preferidos de la cofradía), forman parte de la tertulia que mantengo todas las semanas en ese bar que describo en tantas ocasiones y donde gozo del placer del descafeinado y de la grata compañía de algunos amigos y conocidos. Durante este tiempo no han cesado de darnos clases magistrales sobre la vida y milagros de virus, cepas y distintas mutaciones con las que nos aseguran que nos están lavando el cerebro.

Tal parece que hayan estudiado en Harvard o en universidades de alto nivel, o que pertenezcan al grupo de Biólogos por la Verdad, una nueva marca registrada en nuestro país que, entre otras lindezas, sostienen que las vacunas contra la covid-19 de ARN mensajero alteran el genoma humano, que las pruebas PCR no son eficaces o que los asintomáticos no contagian. Todo forma parte de un plan preconcebido en las altas instancias y cuyo destino es hacernos zozobrar en un océano de incertidumbres que solo sirve para distraernos de la realidad, recalcan. Así pues, quienes colapsan los hospitales son portadores de cualesquiera otra enfermedad, las listas de infectados y fallecidos se manipulan a diario, vivimos atrapados dentro de una ficción… y así un día tras otro.

En estas me encontraba yo, pensando cuál sería mi función en esa película, cuando de pronto leí en un diario deportivo las manifestaciones del expiloto valenciano Jorge Lis, que se halla en situación de extrema gravedad de salud a causa del covid-19 (lleva 15 días intubado y sedado en la UCI) y que se había negado a recibir la vacuna. “Tengo miedo Elena, de que por haber sido un cafre ahora no podamos frenar esto. Esta semana ha sido de golpe una de mis mayores lecciones de vida. Pasar mucho tiempo en Twitter, etc, me había radicalizado al extremo” –son algunas palabras suyas a su hermana antes de que su estado de salud se volviera más crítico–.

Miré entonces a mi alrededor por si estaba en el bar alguno de los sabelotodo sobre contagios y otras enfermedades al uso, mas no lo vi. Dudé entonces en dejarles la noticia encima de la mesa que ocupan a diario, mas después me arrepentí. Bastó con recordar una cita de Gabriel García Márquez: “La incredulidad resiste más que la fe, porque se sustenta de los sentidos”.

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