Opinión | de lo nuestro Historias Heterodoxas
Ernesto BURGOS
Tabernas en el antiguo Conceyón de Lena
Un inventario encargado por el marqués de la Ensenada, en el año 1749, dejó constancia del sector de la hostelería de la comarca en el siglo XVIII

Tabernas en el antiguo Conceyón de Lena / Ernesto BURGOS
En 1749, por orden del marqués de la Ensenada, ministro del rey Fernando VI, se inició una gran encuesta en todas las provincias de la Corona de Castilla, salvo las vascas que ya contaban con un sistema especial. El objetivo era determinar la riqueza real de cada una y establecer así una contribución territorial justa.

Tabernas en el antiguo Conceyón de Lena / Ernesto BURGOS
Para que los datos tuviesen la mayor exactitud, los concejos se dividieron en partes más pequeñas que tuvieron que responder a cuarenta preguntas. Tenían que concretar las características de las tierras y el ganado, las formas de propiedad, el estado de los edificios, molinos, industrias, hospitales, los diferentes oficios de sus habitantes y hasta el número exacto de pobres de solemnidad. Después, unos funcionarios especializados se entrevistaron con los notables de cada lugar para resolver las dudas y recibir personalmente las informaciones.
En el caso del concejo de Lena, que como saben englobaba al de Mieres, se hicieron seis jurisdicciones: la primera fue la propia villa de Mieres, la segunda la zona alta del concejo con las parroquias de Campomanes y sus alrededores –salvo San Miguel del Río, que dependía de la Colegiata de Arbas–, la tercera las parroquias de Gallegos, Cuna, Figaredo, Turón, Urbiés, Ujo, Santa Cruz, Carabanzo, Villallana, Muñón Cimero, Pola, Castiello y Felgueres; la cuarta Baiña y Loredo; la quinta, una extraña alianza territorial entre Columbiello y La Rebollada de Mieres y la sexta Pajares del Puerto, cuyos vecinos contestaron en solitario a la encuesta.
Para cada jurisdicción se celebró un encuentro con las autoridades delegadas. Por ejemplo, en el caso de la villa y jurisdicción de Mieres del Camino, el delegado de la Real Junta de Única Contribución del Principado de Asturias don Fernando Coronel Suárez de Villaverde se entrevistó el día trece de diciembre de 1751 con el párroco de entonces Juan Méndez Morán de Lavandera; un representante del estado noble; otro del estado llano pechero; el alcalde de la Santa Hermandad; tres regidores de Lena; dos peritos nombrados de oficio y el escribano que tomó nota de todo.
El Catastro de Ensenada es una fuente inagotable de información que nos sirve para conocer detalles concretos y fiables sobre la vida de nuestros ancestros. En la pregunta número 29 se pedían datos sobre “Cuántas tabernas, mesones, tiendas, panaderías, carnicerías, puentes, barcas sobre ríos, mercados, ferias, etc. hay en la población y término”. Pueden ustedes suponer que hacer un comentario, aunque sea somero sobre todos estos puntos excede con mucho la extensión de esta página, así que hoy voy a ceñirme solo a algunos aspectos sobre las tabernas y los mesones que se repartían en aquel momento por el Conceyón de Lena.
Según los informantes, a mediados del siglo XVIII contaban con una taberna Puente de los Fierros; Santa Marina, cerca de Pajares; Telledo; Piñera; El Campo; Villallana; Pola; Castiello; Cuna; Ujo; Turón; Urbiés; Figaredo y El Padrún. Había dos en Cabezón y tres en Mieres. En cuanto a los mesones y las casas de posada todos estaban en relación con el camino a la Meseta: catorce en Mieres, nueve mesones y dos casas de posada en la zona de Villallana y luego ya en la zona alta del concejo, donde los viajeros muchas veces debían detenerse antes de superar el puerto de Pajares cuando aún no se había abierto la carretera de Castilla, seis en Campomanes, cuatro en Puente de los Fierros, dos en Cabezón y ocho en La Frecha.
En el Antiguo Régimen las tabernas eran propiedad de los comunes de los pueblos, de algunos señores jurisdiccionales o también de la Iglesia. Y en el Conceyón de Lena encontramos ejemplos de todos estos casos. De cualquier forma siempre se daban en arriendo y nunca con exclusividad, lo que permitía como hemos visto que en un mismo lugar se abriesen varios establecimientos.
Cuando pertenecían a los pueblos, las rentas se destinaban a reparaciones de caminos u otras obras de interés público. Por ejemplo, la de El Padrún, sita en lo que entonces era todavía el camino real anterior a las reformas que lo ampliaron a finales del siglo XVIII, pertenecía a los vecinos de Baíña y en el momento de la elaboración del Catastro estaba arrendada a Pedro Suárez de Villa, quien además de entregar una cantidad para la manutención del Real Hospicio de la ciudad de Oviedo pagaba una renta anual con la que se mantenía un puente de madera que unía sobre el río Caudal a Baiña con La Pereda.
En las tabernas se vendía vino al por menor y es de suponer que también sidra, y se dispensaba algún alimento, aunque en el Catastro solo se hace referencia a las ganancias que proporcionaba el vino, porque era uno de los seis productos sobre el que recaía el llamado millón, un impuesto que se aplicaba también sobre el consumo de vinagre, aceite, carne, jabón y velas de sebo.
Por algún motivo esto se especificó con detalle en el establecimiento que llevaba en Pajares Francisco García Pulgar. Regulando un año con otro por un quinquenio, en su taberna se vendían anualmente cuatrocientas cincuenta cántaras por la medida de la ciudad de Oviedo que era de treinta y dos cuartillos cada una y de veinte onzas el cuartillo.
A dicho arrendatario le quedaban tres reales de vellón de beneficio en cada cántara, lo que hacía un total de mil trescientos y cincuenta reales. De ellos debía rebajar la renta de ciento sesenta y cinco reales además de otros trescientos y treinta reales correspondientes al millón, lo que le dejaba de ganancia final ochocientos cincuenta y cinco reales de vellón
Además de suministrar bebidas, las tabernas eran los lugares preferidos para la sociabilidad de los vecinos –siempre varones– que se encontraban allí tras el trabajo para charlar y jugar a las cartas; sin embargo los mesones y las casas de posada en Mieres y Lena tuvieron un carácter más abierto porque sus clientes principales fueron los transeúntes que cruzaban el límite de Asturias, de manera que siempre eran los primeros lugares en recibir las noticias del resto del país.
Aunque muchas veces esta denominación les quedaba grande, como lo aclara el mismo Catastro al citar las de Mieres: “Hay en esta villa catorce casas mesones, y de estas solo a una se la puede llamar mesón con obligación de recibir los huéspedes que llegasen pues las demás es a voluntad de sus dueños que benefician una corta porción de yerba a los arrieros que hacen transito en esta villa para la ciudad de Oviedo”.
Por los testimonios que dejaron algunos viajeros de época sabemos que las comidas que servían eran aceptables y se nutrían de los productos locales, sin que nunca faltasen la manteca y las truchas. Sin embargo las habitaciones eran malas, frías y sucias. Jovellanos, que las conocía bien, viajaba con sus propias sábanas, y se quejó varias veces en sus diarios de las de la zona de Puente de los Fierros y Campomanes, contando como en alguna ocasión tuvo que pedir mantas prestadas a algún conocido o cubrir las ventanas con sus ropas de abrigo para evitar las corrientes.
He dicho más arriba que una peculiaridad del Catastro de Ensenada fue la de incluir en la misma jurisdicción las parroquias de Columbiello y La Rebollada y aprovecho para señalar que esto ha dado lugar a una confusión, que se mantiene incluso en el actual Catálogo urbanístico de protección del concejo de Lena.
En él podemos leer que “en la recta final del camino que conducía al peregrino a Pola de Lena, y no lejos del lugar de Columbiello, se levantaba desde la Edad Media la malatería de la Rovellada o Rebollada” añadiendo que esta casa de malatos disfrutaba a mediados del siglo XVIII, según nos ilustra el Catastro de Ensenada, de una renta anual de 570 reales que percibe el párroco con la obligación de mantener los malatos, y si no concurren lo disfruta dicho cura párroco”.
Efectivamente, la cita está tomada de la respuesta a la pregunta nº 30 que recoge la encuesta del Catastro, pero nunca hubo entre Columbiello y Lena ninguna leprosería y hace referencia a la que está bien documentada en La Rebollada mierense. Y para que no queden dudas no hay más que ver esta anotación de otra de las respuestas en la que se pide enumerar los molinos de esta jurisdicción: “otro llamado Repitanedo (así escrito), que con un molar trabaja solo cuatro meses con agua de la reguera de Repitanedo, y es propio de Francisco Fernández vecino de la dicha de Rovellada”. Pero Repitaneo solo hay uno y pertenece a la Rebollada de Mieres.
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