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Luis Alonso Vega

Desde la Meseta

Luis Alonso-Vega

Carlos Suárez

Mi historia comienza por don Carlos Suárez, padre, a quien conocí a mis catorce años, es decir, en 1960. Habían intentado operarme de lo que vulgarmente conocimos siempre como anginas. De aquella mal intentada operación, él, cirujano se cabreó conmigo y me echó del quirófano. Pero aquella historia la acabé yo y no el médico, puesto que me bajé de la camilla y descalzo me fui hasta habitación. Me vestí, me calcé y a la media hora estaba en mi casa. Al día siguiente acudí a la consulta de don Carlos, situada entonces en la calle Suárez de la Riva.

En unos días preparó la operación de anginas para llevarla a cabo en su casa y por la tarde. Mandó traer una sábana para amarrarme al sillón y con la ayuda de mi madre, mi hermano y el adiestramiento de don Carlos. Mis nervios podían con todos ellos y llegó un momento que el médico se enfadó tanto que me dejó que en mi boca quedase suelto el bisturí y una pinza agarrando una amígdala y me dijo: “O me dejas trabajar o correr el riesgo que se te corte la lengua”. Fue tal el miedo que pasé que a partir de entonces todo discurrió con normalidad y yo le dije a don Carlos: “Si lo llego a saber antes, me dejo operar”. A lo que respondió: “Lo que faltaba por escuchar”,

A partir de entonces mis consultas de otorrino siempre fueron con él y hasta nos hicimos amigos. Tuve con el tiempo sinusitis. Le llamé por teléfono y me dijo: “De la que sales a las tres del banco, pásate por casa”. Recuerdo que estaban comiendo en la cocina, él, su esposa y la señora que atendía la puerta. Me dio apuro aquella interrupción y quise irme para volver en otro momento. Pero no me dejó. Y, claro, me engañó. Me sentó en el sillón, algo cogió que no vi e inmediatamente me hizo una punción por la nariz y después me inyectó un antibiótico. A la semana no había rastro de la sinusitis.

Cuando me vine para Madrid me despedí de él y estando allí un día me llamó por teléfono para comentarme una cosa y tiempo después, en un viaje que hice a Oviedo nos vimos en la Confitería Peñalba. Gratísimo recuerdo el que conservo de don Carlos Suárez y del orgullo por su hijo, ahora recientemente jubilado.

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