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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

“Juanchi”, el río de los recuerdos

La labor del nuevo Cronista Oficial de Caso, que también fue alcalde del concejo

Hace casi dos meses que Juan Manuel Estrada, más conocido como “Juanchi”, ha sido nombrado “Cronista Oficial del Concejo de Caso”. Quienes hace ya años que le conocemos –desde aquel 3 de agosto de 1983 cuando comencé mi labor como funcionario del Ayuntamiento, del que él era el alcalde– no podemos menos que alegrarnos extraordinariamente del galardón concedido, a la par que añadir que lo merece con creces y que hay ocasiones en que la justicia, aunque acostumbra a cojear con frecuencia, otras, por fortuna, alcanza a cumplir con su legado, como en esta ocasión. (Lástima del reciente fallecimiento de su afectuoso hermano “Chema”, farmacéutico del concejo).

Son bien conocidos los méritos del “Juanchi” letraherido, aficionado siempre a la lectura y al cotejo de una pluma envidiable por su destreza. Sin embargo, mi admiración lo es más en razón a las cualidades personales que le adornan, que van más allá de esa innata cualidad literaria para saber cocinar con temple la historia casina, y también del buen juicio y la sensatez, repleta de humildad siempre, con la que ejerció su responsabilidad como máximo gestor del concejo (su sucesor, el entrañable José Luis Corral, continuó su admirable labor).

Definir los actores que han formado, y continúan haciéndolo, el libro de la historia, sería referirse a esa frontera que separa a quienes forman parte de la misma (los que la trabajan a diario) y los que se preocupan, sobre todo, por ser los principales protagonistas. (Estos últimos, por lo común, acostumbran a ser personajes mediocres, listos en su caso, y prestos siempre para saber estar colocados en el lugar oportuno). Y no me cabe la menor duda de que el “Juanchi” que yo conozco ha preferido siempre formar parte de esos laboriosos cumplidores públicos cuya principal preocupación ha sido la de esforzarse para mejorar la calidad del concejo y de sus habitantes, sin importarle para nada otro tipo de recompensas o canonjías políticas que por sus méritos bien hubiera podido conseguir.

Son varias las anécdotas que sin necesidad de arrugar mucho la frente me vienen al recuerdo. Desde los partidos de fútbol en la plaza (ahí es nada vernos corretear detrás del balón poco antes de los plenos); o los días incomunicados a causa de la nieve y en los que las bromas y la incipiente flor de la amistad se instalaban pronto entre los que nos veíamos obligados a pernoctar entre los rizados copos blancos; hasta aquel último programa de la televisión, “Vivir cada día”, rodado en la capital del concejo, que por sí solo daría para un relato profuso y lleno de momentos inolvidables.

Pero quisiera cerrar este recordatorio con una anécdota que, tal como en alguna ocasión comentamos, hubiera salido reflejada en las páginas de “El País” si hubiera sucedido en Madrid. Una Asociación de Apicultores del concejo, de Orlé, para ser más exactos, presentaba en el orden día del pleno una solicitud a fin de que el Ayuntamiento les concediera una cantidad económica. Hasta aquí nada de particular, la misma dinámica de otras sesiones en las que se debatían solicitudes y peticiones que se aprobaban o denegaban en virtud de la distintas pulsiones políticas. Mas he aquí que de pronto se escucha un quejido, un ¡ay!, y cuando giro la vista veo a mi lado a “Juanchi”, a quien había picado una abeja que yacía moribunda encima de la mesa (después descubriríamos que una colonia de insectos habían instalado su campamento en la caja de la persiana). Como es lógico, tras el estupor inicial hubo risas en abundancia, y después comenzaron a deslizarse las primeras sospechas sobre lo sucedido.

Lo que nunca llegamos a averiguar es si se había tratado de un complot apícola o de una fortuita y extraordinaria casualidad. Quede para el excelente Cronista Oficial de Caso la resolución del misterio.

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