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Velando el fuego

Pasos de baile

Las dudas sobre que la Justicia sea realmente igual para todos

Pasos de baile

No resulta extraño que Carnaval sea una fiesta a la que todos, en mayor o menor medida, nos hemos sumado alguna vez. Desde vestirse de cowboy de medianoche o hacerlo de Robinson Crusoe, con isla incluida, todo está al alcance de cualquiera, solo hace falta saber usar bien las tijeras y las pinturas, no sea que se note el engaño. Y, además, no resulta muy cara la afición, lo que sin duda es de agradecer.

Lo que parece incuestionable es que hay verdaderos artistas que son capaces de mudar su faz en décimas de segundo y que incluso pueden llegar a mantener esa apariencia durante mucho tiempo, al igual que esos consumados equilibristas de circo que dan la impresión de haber nacido para vivir en el aire, sin necesidad de atarse ninguna cuerda a la cintura. Si bien, por el contrario, hay otros a los que enseguida se les cae la careta, por muchos esfuerzos que hagan por cuidar su fachada. Y, sobre todo, los que intentan cubrirse con el manto de la democracia, una tela familiar para quienes estuvieron acostumbrados a llevarla, pero que, en el caso contrario, resulta muy pesada e incluso ridícula, pues a las primeras de cambio se nota la falta de práctica.

No hace falta arrugar mucho la frente para afirmar que la justicia está muy acostumbrada a los bailes de disfraces. Bastaría con ir sumando, uno tras otro, todos los pasos de baile que va dando a lo largo del año, con escasa pericia, por lo común. Baste, como uno de tantos ejemplos, el posible decreto según el cual el equipo de fiscales del Tribunal Supremo archivaría la investigación sobre el rey emérito Juan Carlos I. Nada extraño, por cierto, que ocurra así. Lo sorprendente habría sido lo contrario y, en consecuencia, que los fiscales hubieran llegado a la conclusión de que el rey emérito es imputable y, por tanto, que se abriera una investigación sobre sus presuntas irregularidades.

De cuando en cuando salen a la luz estadísticas sobre la opinión de los ciudadanos con respecto a diversos temas: sanidad, enseñanza, justicia… Por lo que respecta a esta última Juan Carlos Campo, reconocía hace pocos meses la insatisfacción y falta de confianza de la ciudadanía ella. Y a buen seguro que si indagáramos más a fondo, una parte de esos descontentos le diagnosticaría, en el mejor de los casos, una miopía congénita o, incluso, un atasco cerebral próximo a la ceguera.

Que todas las irregularidades, y de todo tipo, que ha cometido el emérito (hace pocos meses ha reconocido que ha pagado 4,4 millones a Hacienda por una nueva regularización fiscal), y que están siendo investigadas desde distintos medios: fiscalía suiza, hacienda… se resuelvan con un carpetazo al uso, pone de manifiesto que el imperio de la ley no va más allá de una frase al uso. Parece claro, en este caso, que a los miembros del alto tribunal no les gusta la música de que la justicia debe ser igual para todos. Y que, consecuentes con su arcaico estribillo, que algunos continúan entonando desde hace ya más de ochenta años, se taponan los oídos con cera y se untan los pies con toneladas de plomo.

Por ello, no resulta muy difícil predecir que en estas condiciones va a resultar imposible que se consiga dar pasos firmes hacia la necesaria normalidad democrática.

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