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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

La Pasionaria y las cuencas mineras

La vinculación política y personal de Dolores Ibárruri con las comarcas carboneras

Se está celebrando estos días en Langreo la XV Semana Cultural Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, con distintos actos en los que participan destacadas figuras de la política nacional.

La Pasionaria, que tiene un monolito y una calle en Langreo, mantuvo estrechos vínculos con las cuencas mineras. Relaciones que fueron muy intensas durante la Segunda República.

Recorrió estos valles en la campaña para las elecciones generales de 1933, en las que, por primera vez, las mujeres pudieron votar en España.

Volvía a nuestra región a finales de 1934 como representante de la Comisión Pro Infancia Obrera para organizar la acogida de los hijos de los trabajadores (muchos huérfanos) represaliados por los episodios revolucionarios de octubre. En esta ocasión llegó acompañada de otras dos diputadas republicanas: las tres con nombre falso. Al descubrirse su identidad, fueron detenidas en Sama y les dieron veinticuatro horas para salir de Asturias. Pero no hicieron caso de la orden, y antes de ser conducidas a la cárcel de Oviedo, tuvieron tiempo para cumplir su misión humanitaria, de modo que buen número de esos niños pudieron ser adoptados temporalmente por familias de varias regiones españoles, sobre todo de Madrid.

Tras salir de la cárcel, la Pasionaria vuelve a Asturias, ahora como candidata del Frente Popular en las elecciones generales de 1936. Aquellos días despliega una gran actividad oratoria y propagandística, dando mítines en numerosas poblaciones de las comarcas mineras.

Ella misma reconocería años después que había sido elegida gracias al apoyo de los mineros asturianos. Y siendo ya diputada, protagoniza dos actos que acrecentaron extraordinariamente su popularidad.

Primero pone en libertad a los presos que habían sido encarcelados en Oviedo tras el movimiento insurreccional de octubre; previamente se había recluido con ellos para abreviar los trámites de su libertad.

Y una semana más tarde se encierra de nuevo en la mina del “Pullu” del Cadavíu (Ciaño-Langreo) para solidarizarse con los mineros que llevaban en huelga algunas semanas.

Vicente Gutiérrez Solís me facilitó la copia de una cariñosa carta manuscrita que la Pasionaria le había entregado en 1982 para Segundo González, entonces enfermo y hospitalizado. Segundo había sido el maquinista que la había llevado al interior de la mina del Cadavíu en 1936.

La Pasionaria regresó de su largo exilio en Moscú el 13 mayo de 1977. “Me faltaba España”, dijo en Bilbao nada más llegar. Otra vez encabeza la candidatura del Partido Comunista de España (PCE) por Asturias en las elecciones generales para las Cortes Constituyentes. Quince días después de su regreso pronuncia un breve, vibrante y emotivo mitin en Langreo, en el campo de fútbol de Ganzábal. Ante un auditorio entregado, proclama enfáticamente que “en todo momento de dolor o de alegría, su pensamiento volvía hacia los mineros de Asturias, hacia los hombres que me eligieron diputada en 1936, y podéis estar seguros de que en cualquier circunstancia, en cualquier necesidad, estaré siempre al lado de los mineros asturianos, al lado de mi entrañable pueblo asturiano”.

Cuando muere en noviembre de 1989, a los 94 años, se empezaba a desplomar el universo político por cuyos ideales había luchado: “Yo he nacido, he crecido y me he desarrollado políticamente al calor de la Revolución de Octubre de 1917”.

Por último, y más allá de contingencias históricas y posiciones ideológicas, que requieren otro tipo de análisis, su franciscana austeridad, su coraje personal y su entrega política (“sólo viven realmente los que luchan”) son rasgos que elevan a Dolores Ibárruri a la categoría de mito en un período tremendamente convulso de la historia contemporánea de España.

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