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Francisco Palacios

Líneas críticas

Francisco Palacios

Evocaciones mágicas

Los valles mineros deben superar la añoranza del pasado para asentar su presente y su futuro

Fernando Granda publicó recientemente en este diario un artículo titulado “Sobrevivimos en aquel Langreo”, en el que recuerda el período de mayor actividad industrial y minera de Langreo: “Todo lo que nos dio vida, trabajo y enfermedades ahora está perseguido por contaminador. Muchos langreanos hemos crecido y vivido con ello”.

Evocaciones mágicas

Efectivamente, en los años cincuenta del siglo pasado se difundió que La Felguera, pueblo natal de Granda, era la villa más industrializada, la de mayor densidad demográfica y la más contaminada por kilómetro cuadrado de España. Y era tal el número de industrias que en una postal de la época se decía que, cuando el viento no era fuerte, había tanta concentración de humo (se está describiendo la foto de la postal) que daba la sensación de que La Felguera había sido bombardeada.

Se divulgó también que Langreo era el único de España que superaba los límites de humos negros, partículas contaminantes de origen carbonoso suspendidas en el aire. Por cierto, el primer jardín público de este valle, el parque Dorado, fue diseñado precisamente con el fin de aislar a Sama de los humos industriales.

Pues bien, en aquellos tiempos de expansión y sacrificios, un viejo conocido me revelaba que, al regresar a Langreo (había emigrado a un país europeo a principios de los sesenta), no podía evitar los efectos mágicos que sobre él ejercían las gentes, el paisaje, las ruinas y los rincones más entrañables del que había sido su barrio: todos los recuerdos le conducían a su infancia y adolescencia. Y una suerte de fascinación perturbadora lo dejaba confundido durante varios días. En vano intenté convencerle de que su estado era una pasajera reacción emotiva por el mucho tiempo que había estado lejos de su tierra natal.

Y para tratar de mitigarle aquellas fantásticas evocaciones acudí a la sentimental evocación que Chesterton hace sobre la amistad y la nostalgia en su novela “El Napoleón de Notting Hill”, donde escribe: “Nací, como otros hombres, en un lugar de la tierra que amo porque en él he jugado de niño, me he enamorado y he hablado con mis amigos durante noches enteras, que eran noches de los dioses”.

De nada sirvió tampoco la cita de Chesterton para sacar a mi convecino de sus ensoñaciones y encantamientos, por lo que evité ser cómplice en lo sucesivo de sus maravillosas impresiones. Tiempo después supe que tan misterioso e imaginativo personaje se había ido a vivir con una tribu africana para conocer sus técnicas, ritos y ceremonias chamánicas. Y, cuando las hubiera dominado, pensaba regresar a esas comarcas para transformarlas. Fue su último propósito. No supe más de sus andanzas.

Sin embargo, lo que vino después no fue menos fantástico e ilusorio. Una serie de recurrentes planes y promesas sobre la necesidad, a veces urgente, de transformar, reindustrializar, reactivar, reconvertir, regenerar, dinamizar, modernizar, diversificar, programar, apoyar y planificar el futuro de estas Cuencas.

Proyectos tan repetidos que llegaron a convertirse en talismanes mágicos hasta no hace mucho tiempo. Precisamente hasta que el monarca carbón, como se decía en el siglo XIX, dejó de ser la fibra económica de Asturias. Y sin la fuerza motriz y política del carbón se apagaron las promesas de cambiar radicalmente la actividad económica de estas zarandeadas comarcas. De otras alternativas perdurables solo el futuro será testigo.

Se ha dicho que el presente es siempre una expectativa entre la ilusión y la añoranza. Y nada sería más deseable que estos valles superaran con éxito ese punto crucial.

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