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Desde mi atalaya turonesa

Un turonista que nos deja

El fallecimiento de Genaro Quevedo, uno de los fundadores el Coro Minero de Turón

“Temprano levantó la muerte el vuelo / temprano madrugó la madrugada / temprano estás rodando por el suelo…” Cuando ayer, a primera hora de la mañana, me llamó Eliseo Quevedo para anunciarme la triste noticia del fallecimiento de su padre, se agolparon en mi cabeza, irremisiblemente, estos versos desgarrados de Miguel Hernández a la muerte de su amigo Ramón Sijé. Porque Genaro era amigo mío desde hacía muchos años. Un gran amigo que se va. Imposible olvidar su inestimable ayuda en la época en que iniciaba mis publicaciones sobre Turón, abriéndome las puertas de numerosas familias de nuestro valle.

En el domicilio de cualquier vecino, fuera de Villandio, Cabojal o La Veguina y a través de aquellas estampas del pasado, repasábamos los nombres de cantidad de turoneses y turonesas que, como por arte de magia, aunque estáticos en el papel y desparecidos muchos años atrás, parecían volver a la vida al recordar sus vivencias. Pero, en este doloroso momento, más que hablar de mi amistad con Genaro, interesa resaltar los valores que encierra esta persona y el servicio que, de forma altruista, entregó a la tierra que le vio nacer: el valle de Turón. Conociendo su trayectoria, nos daremos cuenta de su contribución impagable a la comunidad y así acertaremos a comprender por qué instituciones tradicionales y representativas del Valle aún siguen vigentes en la actualidad. Nació Genaro en el barrio San Francisco y su afición a la música fue algo innato pues siendo un niño ya formó parte de un ochote a dos voces que según oí decir a un coetáneo suyo “sonaba muy bien” y dirigía en aquellos años difíciles de la posguerra Guillermo “el chato”.

En 1950 fue uno de los fundadores del “Coro Minero” y en los años siguientes intervino, siempre como tenor, en la “I Feria Internacional del Campo” de Madrid y en Llangollen (Reino Unido). Junto a Sito y Baquero, formó el “Trío San Francisco” que ganó el concurso radiofónico “Rumbo a la Gloria” en 1960. Pero Genaro, que seguía integrado en el Coro Minero, obtuvo ese año el segundo premio en el Certamen Internacional de Habaneras celebrado en Torrevieja.

Como la situación económica del país, no experimentaba mejoría alguna, comienza un importante flujo migratorio hacia Europa y esa fue la decisión que también tomó en 1964 instalándose en Bélgica con toda su familia. Los primeros tiempos fuera de la patria no fueron fáciles. Con frecuencia se acordaba de su valle, de aquellos montes de Cutiellos, La Braña y Cutrifera, a los que tantas veces había ascendido en su niñez. Pero un día, Argentino y “Chuso Piloto”, dos antiguos compañeros suyos en el Coro Minero, le comunican en un bar de Bruselas que, precisamente, el conjunto turonés iba a actuar en Amberes dentro de una “tournée” que realizaba por Alemania. No dudaron un instante: había que ir a escucharlos. Cuando llegaron al palacio de los Deportes y se encontraron con sus compañeros los abrazos entre ellos son de campeonato.

Al final de la actuación oficial, por deseo expreso del director Luis Rodríguez, en el vestíbulo del polideportivo y en exclusiva para los tres inesperados espectadores, el Coro les dedica dos canciones, que evocaban vivencias de la “tierrina”. Genaro y sus compañeros, acaban arrodillándose en el suelo y se ponen a llorar como niños. Un doble sentimiento les embargaba en unos momentos cargados de emoción: el haber formado parte años atrás de un conjunto que ahora les homenajeaba y, por añadidura, el encontrarse con aquellos compatriotas en un país extranjero.

La tierra “tiraba” tanto que, en 1975, se produce el regreso a casa. Por entonces el Coro Minero de Turón, por falta de subvenciones, se había desintegrado y eso era algo que le mortificaba. Sentía como si le hubieran producido una herida en sus entrañas, pues lo consideraba como algo que formaba parte sustancial de su vida. Había que resucitar aquella emblemática agrupación como fuera y un día se fue a casa de Severino Minas, que había sido otro de los fundadores, proponiéndole el sugerente proyecto que acepta de inmediato.

Comienzan a difundir la noticia y buscan un director que resulta ser Germán Prieto. Por fin, hay Coro Minero de nuevo del que Genaro forma parte, evidentemente, y su puesta en escena coincide con el pregón de las fiestas del Cristo de 1978. Su intervención ha sido providencial. Pero no se reduce al Coro, su apoyo a las instituciones locales El Club Deportivo Turón es otra de sus pasiones, pues ya había sido directivo durante la presidencia de Marcelino “Uno” entre 1959 y 1963.

De nuevo, vuelve a involucrarse en el equipo representativo del Valle, ejerciendo como delegado durante un buen número de años recorriendo toda la cornisa cantábrica cuando el Deportivo, militando en la 3ª División Nacional, se enfrentaba a equipos de Galicia, Santander y País Vasco. Podría pensarse que su dedicación consistía solo en salidas y representaciones. Pero no, su cariño por el Club llegaba más lejos: debido a la situación económica delicada del equipo, cuando hubo que dar el do de pecho no tuvo ningún reparo en hacerlo, tanto en el momento en que se cambió el césped de “La Bárzana” como en la construcción de la tribuna sur, trabajando en ambos casos junto al presidente a brazo partido.

La dilatada dedicación a la tierra madre debía tener un reconocimiento público y este se produjo el 14 de setiembre de 1983 en el transcurso del III Festival Coral recibiendo de manos del presidente de “Mejoras del Valle”, una placa “en recuerdo de su meritoria labor como componente del Coro Minero durante más de cinco lustros”. Genaro Quevedo es, sin duda, un ejemplo permanente de lo que debe de ser un turonista. Norte y espejo en el que deben de mirarse todos aquellos que se precien de ser hijos de esta tierra. Hasta siempre, amigo.

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