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Carlos Cuesta

A contracorriente

Carlos Cuesta

La Asturias olvidada

El World Cheese Awards ha dejado testimonio de la excelente perspectiva que tiene la promoción del Principado

El periódico británico The Telegraph apuntó estos días en sus páginas el momento actual de una región del norte de España, bella como pocas, ajena a la paella y bailaores flamencos, clima atlántico y muy olvidada por el turismo internacional. Esta es la apreciación del periodista inglés que acudió a Oviedo para reflejar el universo quesero en el World Cheese Awards, un estupendo certamen con más de 4.000 referencias de quesos de todo el planeta y que ha servido para situar en el mapamundi a esta pequeña comunidad del septentrión nacional. En efecto, una Asturias marcada por los notables quesos repartidos por todo el perímetro geográfico y que sólo los nativos conocemos de verdad la variedad y abundancia quesera en un territorio limitado. Se dice, con apuesta fija, que somos la mayor mancha quesera de Europa conforme a nuestra extensión. Puede ser. Y el redactor británico fue testigo de lo que representa Asturias a los ojos de un forastero que nunca pisó esta tierra de numerosos tonos verdes y montañas cautivadoras con cantiles de película y playas sublimes. Una paleta cromática al estilo de Monet. 

  Excelente perspectiva de promoción y huella mediática. La Asturias olvidada quizá necesite de más proyección allende sus fronteras y decirles a los británicos que por estos lares contamos con una geografía muy parecida a la de ellos, buena gastronomía, una sidra de escanciado y quesos de enjundia y tradición, con un paisaje imposible dominado por hórreos y vacas paciendo en prados tranquilos y apacibles del universo rural. Todo muy típico y algo tópico pero con la fuerza orográfica y natural que desprende un territorio norteño muy definido y cargado de vieja historia y tradiciones de libro.

 La Asturias de siempre y auténtica no tiene quién la escriba ni hable de sus auténticas verdades. Región animada y atormentada, por momentos, por sus demonios internos e ideológicos que no la dejan avanzar y situarse en los puestos de cabeza de un País que quiere ganar la modernidad a pasos agigantados. Aquí no hay cantaores, faralaes ni guitarras andaluzas. La paella de anuncio se transforma en fabada redentora y restauradora. Las sidrerías son el refugio de los buenos bebedores que no desmerecen del vino o la cerveza. Y las ciudades y los pueblos se identifican plenamente con el espíritu ancestral de una identidad insobornable. Asturias es eso. Fuerza natural, belleza de postal y hospitalidad a raudales en sus gentes trabajadoras y honradas. Dejando esos tópicos en el cajón del fondo, el Principado vive realidades sujetas a un momento coyuntural complejo y con un futuro impredecible e incierto donde el empleo escasea y la juventud se aleja a otros territorios donde no falte el pan de cada día. Un día lo fuimos y ahora queremos serlo, recuperando aquellos tiempos heroicos de trabajo, capacidad industrial y  acción emprendedora. Está visto que con los quesos se aprende mucho y dónde hay presencia y esfuerzo lácteo la cosa mejora, y Asturias no debe olvidar que sin queso no es nada y la vanguardia, es de esperar, que sea su manera ser y estar. El periodista inglés de The Telegraph se fue de Asturias encantado, pero con ese amargor de ser un rincón olvidado del norte hispano. Y lo mejor de sus vivencias fue probar una exquisita merluza a la cazuela bien ejecutada y una sidra natural perfectamente tirada por el maestro escanciador Toño Abella en la sidrería Marcelino de Oviedo. Asturias es queso, gastronomía de ensueño, sidra única y ahora necesita buscar la promoción necesaria para no verse olvidada en los sueños escondidos de un reportero británico.

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