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Ricardo Montoto

Dando la lata

Ricardo V. Montoto

Buenas noticias

La necesidad de buscar un equilibrio en el acceso a la información

Pasan los días, a una velocidad que no deja de incrementarse, y a menudo, por la noche, al meterme en la cama y hacer un somero resumen de la jornada, soy incapaz de recordar ni una sola buena noticia, a excepción del aparente apagado del volcán de La Palma. Y crucemos los dedos para que no esté echando una breve siesta.

No puede ser que consumamos nuestras vidas entre augurios espantosos, noticias pésimas y planes deprimentes. Porque las buenas noticias existen, aunque la estúpida sociedad que hemos desarrollado se empeñe en ocultarlas. Todos los días sucede algo bueno, se alcanzan metas, recibimos nuevas vidas, se curan enfermos y se resuelven problemas. Pero hemos deformado el pensamiento colectivo de tal manera que actualmente nos alimentamos de negatividad y miedo. Y así la vida puede resultar muy desagradable. Tanto que cada vez son más los que prefieren abandonarla.

La bipolaridad del ser humano es así: por una parte no se cansa de resaltar el valor supremo de la vida y, por otro, trabaja sin descanso para que sea fastidiosa.

No pido una huída de la realidad, que es la que es, a menudo extremadamente dura, pero considero razonable y benéfico que las buenas noticias tengan un hueco similar al de las malas. Porque este continuo bombardeo de horrores y desgracias, sin alegrías y descansos que los suavicen, no aporta nada bueno. No es admisible poner el pie en la calle para ser ametrallado con espantos y calamidades, ni encender la radio o la tele y abrir el periódico resignado a soportar la avalancha de malas noticias.

Quiero poder meterme en la cama acompañado por el recuerdo de algo positivo que haya sucedido en el mundo, que seguro que lo hay, y que deberían decírnoslo.

Exijo que me lo cuenten todo, no solo lo malo, porque deseo poder sonreír y alegrarme. Y si cada día hay muerte, también hay vida, enfermedad y salud, ruina y prosperidad, maldad y bondad. No todo es doloroso e inquietante. Pero no nos lo cuentan.

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