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Avelino Mallo

Vuelve el metaverso

La necesidad de crear avatares y espacios virtuales en internet para tener una “segunda vida” y el aprovechamiento de ese pensamiento ilusorio por parte de la sociedad de mercado

Todo empezó con la mejor de las intenciones. Si resultaba difícil curar la desazón provocada por la rutina, la desesperanza o el desarraigo, alguien de buena voluntad propuso aliviarlo con una segunda vida –a Second Life– aunque ésta fuera virtual. Y como la modernidad abandonaba también su solidez y se volvía cada vez más global, incierta y líquida, tenían que ofrecernos la posibilidad de acceder a nuevas identidades más versátiles, maleables y volubles para acomodar las distintas mutaciones con que deberíamos enfrentarnos los sujetos. A aquel humano golpeado e invisible, trufado de fiascos e infortunios, había que darle una segunda oportunidad aunque fuera una oportunidad artificial y en el ciberespacio; un mundo eventual y aleatorio que le ayudara a escapar. Muchos crearon su avatar, porque pensaron que quizá nuestra experiencia, tanto la vida en conciencia como la vida en sueño, se nutre de percepciones y lo que es válido para la última, es válido para la primera.

Snow Crash es el título de la novela de ciencia ficción escrita por Neal Stephenson y publicada en 1992 donde se narra la historia de Hiro, un repartidor de pizza en el mundo real pero príncipe samurái en Internet que un día está a punto de no entregar una pizza a tiempo, motivo por el cual conoce a T.A, una adolescente patinadora que trabaja como mensajera. La novela baraja humor, ironía, ideas de filosofía, así como conceptos matemáticos y científicos en torno a las nuevas tecnologías como el ciberespacio que allí denomina –por vez primera– Metaverso.

Un universo paralelo al mundo físico se abrirá a través de nuestras pantallas. El Metaverso añadirá más opacidad a la frontera entre la vida analógica y la encriptada. Pugnará por ser el alojamiento de infinitos mundos posibles, tantos como versiones podamos proyectar de nosotros; será el reverso de la realidad, que es ese lugar a donde van a morir los sueños.

A ese nativo digital irracional, visceral, adicto a videojuegos y redes sociales, gregario cual animal de rebaño e infectado de ‘pasiones tristes’ como la superstición, el nacionalismo, la indignación, el heteropatriarcado, el tatuaje, etc., se le brinda la posibilidad de acreditar cuotas de resistencia y heroísmo convidándole a una Intifada, mientras no sean piedras lo que arroje sino fotografías y no obstaculice el oscuro andamiaje político que ensalza un sistema que le divide, absorbe y banaliza. Como pago y en agradecimiento a su buena conducta, le pondremos a alguien dispuesto propulsar su futuro a modo de Electroduende, rodeado de cables y bola de cristal en mano, que le susurre al oído: si no existiera la magia solo tendríamos la trampa, amigo. Además... no vayamos a cargarnos las ganancias a tutiplén que el pensamiento ilusorio genera.

El entramado emocional mejor comenzarlo pronto: Caperucita, Los Reyes Magos, Papá Noel... Luego cuando apenas se te completó la dentadura ya empezaron a hablarte de un tal Ratoncito Pérez que te escondería los dientes ¿Pero me van a caer? Sí, y si eres bueno te los canjeará por regalos.

¿Parar las fábricas de “juguetes” porque el niño va cumpliendo años? Será que no. Hay un mercado para el pensamiento mágico, ese mercado es gigantesco y el mundo del dinero lo sabe hace tiempo. Es el mismo que nos mueve a lanzarnos sin miramientos a consumir idearios, mitos e información rancia de contenidos irrelevantes. Y eso, los publicistas y los avispados cerebros de la mercadotecnia que son los que mejor nos radiografían, también lo saben. Adelgaza comiendo lo que quieras, deja de fumar sin esfuerzo, aprende inglés en cinco sesiones. Y ahora pasea por tu casa antes de construirla, interactúa desde la habitación con tu ligue aunque esté en Nueva Zelanda o juega al golf sin salir de tu salón comedor.

El capitalismo no juzga lo que es bueno o malo, sino que explota lo que funciona al máximo nivel. Y usted funciona, amigo.

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