Llegó usted a la tienda, o al supermercado, con la sana intención de comprar lo que precise o se le apetezca echando una ojeada a los productos colocados en las estanterías. Pero ¡ojo!, porque no hay de todo a la vista.
Y si algunas cosas ve y le son necesarias, no pierda el tiempo: cárguelas sin demora en su carro, antes de que llegue el cliente que viene detrás.
¿Se acuerdan cuando nos invadió la pandemia y el papel higiénico desapareció de las estanterías? Las cosas claras, porque muchos se quedaron pensando por qué pasaba lo del referido papel. También escasearon las mascarillas, que luego se vendieron a diferentes precios o se regalaron.
Ahora estalló la guerra de Ucrania y muchos de los productos agrícolas que de allí nos venían desaparecieron de las estanterías, aunque nosotros también los cosechamos, pero en menor proporción. Y así desapareció el aceite de girasol, que alternábamos con nuestro aceite de oliva.
En nuestras granjas también desapareció el pienso de los animales, con lo cual el ganado vacuno comenzó a no proporcionarnos la leche que precisábamos consumir.
Tristemente, enseguida nos vimos atacados por los combustibles y sus precios, asediados por el transporte, con una huelga que limitó todo tipo de alimentación, en pescado, fruta, impidiendo faenar a los barcos, pudriéndose la fruta, arrojando la leche a las alcantarillas.
Y no sigo, porque nuestras desgracias nos atacan por todos los lados.