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Adrián Vega

“Chocolates Agustina”, primera grabación de Mieres

El proceso de elaboración y envasado era el argumento de este documental sobre una fábrica, rodado en el concejo en 1925

Roald Dahl, genio de los niños y autor de la célebre “Charlie y la fábrica de chocolate” narraba en dicha novela infantil cómo su protagonista soñaba con visitar la Fábrica de chocolate de Willy Wonka, la cual llevaba años cerrada al público para evitar espionaje industrial. Una fantasía que a buen seguro será compartida por muchos amantes de la historia local junto a los afortunados que en su infancia degustaron este delicioso manjar, el cual se venía produciendo en la localidad de Ujo, hasta la clausura definitiva de su fábrica en el año 1967, ante la gran pérdida de clientes. Aunque no todo está perdido, ya que seguramente todos esos nostálgicos podrán realizar allí una fugaz “visita” sin la necesidad de tener que encontrar una chocolatina premiada de la marca Wonka como ocurría en el libro.

Se debe de mencionar que la fabricación de chocolate a gran escala en Mieres se remonta al año 1900, comenzando la fabricación mecanizada del chocolate con la constitución de “La Agustina” de Ujo en 1900. José María Fernández-Tresguerres, quien era el mayor de siete hermanos y hombre fuerte del Marqués de Comillas, la fundaría con una producción de 300 libras diarias las cuales serían incrementadas hasta las 210.000 libras mensuales una vez finalizada la contienda nacional. La chocolatería llevaría este nombre por la esposa de su fundador, quien lógicamente se llamaba Agustina y pertenecía a la familia de los Velasco de Boo.

En el negocio se le daba bastante importancia a la materia prima la cual se traía de Venezuela y de Guayaquil en un principio, cuyos cacaos eran muy apreciados por los paladares de la época, importándolo más tarde desde Guinea Ecuatorial, siendo quizás de una calidad algo inferior. Lo cierto, es que la lista de productos elaborados por la factoría de Ujo hacía las delicias de los más golosos.

Era bastante popular su chocolate con canela, de un aroma persistente, cálido y dulzón con un sabor suave, aunque según su etiquetado se especificaba que también se realizaba sin la adición de esta especia que viene de la corteza interna del árbol canelo. También produjeron chocolatinas, bombones, caramelos y turrón, llegando a contar incluso con la asesoría de algún maestro turronero.

Con ese surtido tan variado y siempre con la calidad por bandera, “Chocolates Agustina” llegó a las mesas de muchas provincias, traspasando las fronteras de nuestro país y llegando a miles de hogares de Europa, probando suerte también en América Latina donde se encontraron con fuertes barreras arancelarias.

En clave comercial, se debe de reseñar que la Agustina suministraría a los economatos de la misma Hullera Española, Fábrica de Armas de Trubia, Hulleras del Turón, Industrial Asturiana y Fábrica de Mieres, aunque también lo hacía en las cooperativas de los ferrocarriles y en los cuarteles del Ejército. A nivel regional, tal era su fama que representar a esta marca de chocolate era sinónimo de éxito y es que según cuentan las crónicas de la época, cuando un representante de la “Agustina” fue designado como agente en la zona de Gijón, éste obsequiaría a sus amigos con un magnífico banquete en un restaurante de Veriña.

Además, la chocolatera de Ujo conocería un periodo de esplendor en el marketing como prueba el puesto que instalarían por primera vez en la Feria de Muestras de Gijón en 1924 y el hecho que hoy nos atañe: el rodaje de un documental.

Titulado como “Lo que hay detrás de una tableta” y en algunas otras publicaciones simplemente como “Fábrica de chocolates Agustina” fue rodado en 1925 según la Filmoteca Nacional, tres años antes de que se estrenase la película “Mieres del camino”, lo que la convierte en la primera grabación y en el primer documental realizado en el concejo, si bien es cierto que hasta hace poco no se había datado a ciencia cierta, fechándola en una horquilla comprendida entre 1920 y 1930.

Dicho trabajo fue producido por la propia empresa cuyo nombre era “Fomento de pequeñas industrias” y se trata, a buen seguro, de uno de los primeros documentales rodados en Asturias, superado sólo por un trabajo filmado entre 1918 y 1922 por José Pons Girbau y José María Maristany destinado a promocionar una afamada sidra achampanada en España y América, lo que evidencia la pujanza del sector chocolatero en nuestra región donde llegaron a existir más de 300 fábricas. De hecho, la sidra seguiría siendo el tema más popular de estos documentales “agrarios” durante los sucesivos años con obras sobre la recolección de manzanas, el proceso de fabricación y la comercialización de la sidra junto a la temática marinera sobre la cría de truchas o la pesca de salmones, entre otro tipo de faenas.

El documental sobre la fábrica Agustina, cuyo director se desconoce, pertenecía al cine silente y contaba con intertítulos, siendo grabado con un tomavistas de 35 mm. La cinta tiene una extensión de unos 150 m. con una duración de 8 minutos “desarrollando con contundencia todo un conjunto de ideas que sirven para anudar los conceptos de progreso e industria y, por lo tanto, mostrarnos la utopía fabril” en palabras de Josetxo Cerdán, actual director de la Filmoteca Española.

El metraje comienza con un plano general de la fábrica a modo de apertura. Le siguen varios planos de los trabajadores introduciendo cacao en la máquina de tostado, proceso clave en el cual se desarrolla el aroma del chocolate, por lo que requiere siempre de la pericia de un maestro chocolatero. Seguidamente, la cinta nos muestra cómo el cacao se enfría mediante un aspirador eléctrico, donde se suspende el tostado rápidamente evitándose que las almendras de cacao queden demasiado tostadas o incluso quemadas.

Los siguientes fotogramas enseñan cómo se transporta la materia hasta el siguiente proceso de refinado: el descascarillado, momento en el cual las semillas son partidas suavemente, separándose la testa o cáscara con facilidad.

Todo está perfectamente inmortalizado con imágenes que muestran cómo los obreros introducen el cacao en una máquina de molido, con preciosas vistas del proceso del molido cuyo resultado final dará una masa de color café.

Los sucesivos planos muestran a los trabajadores mezclando manualmente el cacao en grandes contenedores hasta su transporte a unas pesas automáticas, lugar donde dos trabajadoras ponen y quitan moldes para echar la cantidad exacta. A partir de ese momento, el cortometraje tiende a parecerse a la clásica “Tiempos Modernos” de Charles Chaplin, a pesar de que esta última se filmó once años después, mostrando más cámaras de enfriamiento, junto a detalles de las máquinas que realizan procesos automatizados de empaquetado automático, rematando la película con planos de su embalado ya preparado para su transporte.

Pese a la sencillez en su argumento, lo cierto es que el documental de la “Agustina” forma parte de nuestro patrimonio documental, aunque se trate de una obra totalmente desconocida y de un género que no estaba dirigido al gran público. Por su valía, la Filmoteca Nacional mostró temporalmente dicho documental en la red durante los meses de julio y septiembre de 2020 con su programa “El Doré en casa” por la pandemia de covid-19 junto a otras auténticas joyas de la filmografía nacional con materiales recuperados y restaurados recientemente por la institución.

Se consideró que “Lo que hay detrás de una tableta” era digna de entrar en esa selección denominada “Nitratos 2” donde se recogían otros documentales industriales que “tenían que ver con esa sensación enfrentada de lo familiar y lo extraño al mismo tiempo, la cercanía y la distancia, la confianza, casi ciega, en la máquina que desprenden todas esas imágenes, y la candidez que despierta dicha confianza en nuestros ojos” según un afiche distribuido por la propia filmoteca, llamándoles poderosamente la atención en esa misma publicación el que una población que, en 2017, contaba con 1.932 habitantes “no había conocido fronteras para la mecanización de los procesos de producción”.

Aunque el documental ya había sido estudiado previamente por otra entidad pública, siendo recogido en el “Catálogo de Documentales Cinematográficos Agrarios” de Fernando Camarero, editado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, a quien se le debe también la catalogación de esta obra junto a otra obra titulada escuetamente como “Paxío” del año 1973, producida por el Servicio de Extensión Agraria, donde muestra cómo los jóvenes de dicha localidad mejoran técnicamente sus explotaciones y movilizan a todo el pueblo para realizar obras comunitarias.

En síntesis, en la era de internet y su tráfico libre de información, nos parece improbable que nuevas producciones puedan desaparecer, pero lo cierto es que hubo una época donde el nitrato de plata se reciclaba para fabricar nuevas bobinas, lo que convierte la conservación de dichas cintas en un milagro que sobrevivió también a los fantasmas de censura, una guerra civil y un desinterés generalizado, por lo que ojalá podamos volver a disfrutar de ellas en pantalla grande y en nuestro concejo.

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