Opinión

David Ruiz, catedrático de instituto

La intervención realizada por el autor de este artículo en el homenaje celebrado ayer en Mieres al historiador fallecido

Toda la labor profesional de David Ruiz estuvo impregnada por su condición de profesor de instituto. Además de sus muchos años de profesor de ese nivel educativo (instituto masculino de Bilbao, instituto mixto de Algeciras, instituto femenino de Oviedo….) compatibilizó también su labor como adjunto interino de la cátedra de Historia contemporánea de la Universidad de Oviedo con su actividad de profesor de Enseñanza Media y posteriormente cuando fue expulsado de la Universidad de Oviedo volvió a su labor profesoral en la enseñanza media.

Además, mientras ejercía como profesor de instituto interino en Bilbao escribió su memoria de Licenciatura y, posteriormente, mientras era profesor numerario en el instituto femenino de Oviedo pudo desarrollar su tesis sobre el movimiento obrero asturiano con plena independencia intelectual que difícilmente hubiera tenido de haberla escrito desde dentro de la institución universitaria.

Él mismo lo ha reconocido en las escasas referencias autobiográficas que hizo sobre su carrera profesional. Así lo escribió en su artículo en Cuadernos de Historia contemporánea, Trayectoria un tanto accidentada: Retirado al cuartel de invierno de la cátedra de Instituto desde la que pude contemplar cómo me sustituía primero un erudito militante del carlismo (Jesús Evaristo Casariego) y después José Andrés Gallego. Pero cómo serían aún aquellos tiempos que al poder recalar en el Instituto figuré entre los privilegiados por disponer de una alternativa de la que carecían otros profesores expulsados de otras Universidades –me viene a la cabeza el caso del colega Manuel Pérez Ledesma– ya que de Oviedo fui el único en sufrir la represalia. Retorné a la Universidad en octubre de 1978 como adjunto numerario, plaza que había logrado en el interim de la Transición perteneciente a Santiago de Compostela a la que no me incorporé.

Lo que vino después –la creación del departamento de Historia Contemporánea, un mandato escaso como decano de la Facultad y la obtención de la cátedra en la que de nuevo estarán en el tribunal Miguel Artola y Carlos Seco–, se inscribió ya en el tiempo largo braudeliano alejado de las agitadas olas de superficie que se sucedieron desde el nacional-catolicismo a la tecnocracia, y desde Valladolid a Oviedo. Aunque sin olvidar el paso por Algeciras.

En la excelente entrevista que le hizo Ramón García Piñeiro también expresó la importancia que tuvo para su labor profesional su actividad educativa en la enseñanza media y las razones del prestigio y la independencia de sus profesores:

“Pues sí, la diferencia existente en los estatus del profesorado de la enseñanza media y la universitaria era entonces abismal. La explicación no era otra que el mérito: la mayoría del profesorado de los institutos había realizado oposiciones a cátedras y adjuntías en concursos de ámbito nacional, que se celebraban en Madrid; no así en las universidades, donde la mayoría de las plazas eran ocupadas por profesores interinos designados digitalmente por los catedráticos de la asignatura, que además tenían el privilegio de disponer de profesores ayudantes”.

No es extraño que a partir de esas premisas en su actividad universitaria, al contrario de lo que era la tónica habitual en la mayoría de los departamentos universitarios que veían a los profesores de instituto que querían realizar sus tesis doctorales como intrusos apoyase sin reservas a los profesores de instituto que pretendían realizarlas.

Como pedagogo de sus alumnos de enseñanza secundaria, David casi podríamos decir que fue una “rara avis” por sus métodos didácticos para aquella época en la que la mayoría de los profesores enseñaban encapsulados dentro del libro de texto y manteniendo la tarima en medio entre ellos y sus alumnos. David practicaba el método socrático de la conversación a tumba abierta con sus alumnos rompiendo la distancia entre el profesor y sus alumnos. Y hasta era habitual, conozco más de un caso, lo que era inédito para aquellos tiempos, que su clase se poblase de alumnos que asistían sin tener la obligación académica de hacerlo.

Sin duda, David Ruiz rompió muchos moldes tradicionales en su actividad profesional como profesor y como investigador y esa actitud le creó muchos enemigos y le supuso, como él mismo la definió con un eufemismo, una “trayectoria accidentada” que sobrellevó con dignidad y valentía.

Muchos enemigos, sin duda, pero también muchos amigos y discípulos como los que estamos hoy aquí celebrando este homenaje en su recuerdo.

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