A Rafael Fernández Castaño le llamé un día para poner unas inyecciones de vitamina B1, B6, B12, que él me puso en el Banco de Langreo. A partir de ese momento le nombramos practicante para todo lo que precisábamos. Era el hombre amable y simpático que acudía inmediatamente en bicicleta. Tanto si hacía calor o llovía a mares.
Al verle llegar con aquellas mojaduras, tratamos de convencerle de que se comprase un coche. Y así hizo: se compro un Seat 600, creo recordar, de color verde.
En uno de mis últimos viajes a Langreo, me encontré con Rafael y con su esposa en la calle Dorado de Sama. Nos saludamos y hablamos de la compra del "Seiscientos". Me dijo entonces que había sido una excelente compra por el buen resultado que le dio y que ahora tenía un Hyundai y que le estaba dando buen resultado. No volví a saber de Falo, hasta su fallecimiento, el 18 de junio, en Oviedo, donde residía.
Cuando pasé a vivir en Oviedo, vi unas cuantas veces a su cuñado, que coloquialmente conocíamos por Pepón el policía, una persona a la que también conocí en Sama.
La buena anécdota con Falo, fue cuando compré a un vendedor ambulante cuatro cortes de traje. Rafael, que era hijo de sastre, conocía el percal del género que yo había comprado y, nada más verlo, dictaminó que había sido un fraude.
Guardo un extraordinario recuerdo de mi practicante Rafael Fernández Castaño, deseando enviar a su familia mi más sentido pésame.