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Ernesto Burgos

de lo nuestro Historias Heterodoxas

Ernesto Burgos

La experiencia flamenca de Ángel Pestaña

El histórico líder sindical formó parte en su juventud de un grupo que se ganaba la vida cantando y que estuvo actuando en Langreo

En mayo de 1937, cuando los españoles se enfrentaban en una guerra civil, Barcelona y otras localidades catalanas vivieron los choques que se produjeron entre partidarios del Gobierno de la Generalitat de Cataluña, socialistas y comunistas estalinistas del PSUC contra anarcosindicalistas de la CNT, anarquistas de la FAI y comunistas antiautoritarios del POUM. Una de las consecuencias fue la detención y posterior ejecución por agentes soviéticos de Andreu Nin, uno de los principales líderes de este último partido.

Nin fue secuestrado y torturado antes de que lo matasen e hiciesen desaparecer su cadáver, pero primero había sido sometido a juicio junto a sus camaradas del POUM. El día 21 de junio en la que fue su última declaración ante el Juez Especial contó alguna anécdota sobre su juventud que siempre me ha llamado la atención. Al parecer, entre 1915 y 1916, cuando tenía 25 años, pasó por una mala racha económica y se tuvo que dedicar a dar clases particulares, escribir trabajos literarios por encargo y hacer traducciones del español al catalán y viceversa, hasta que a principios de 1916 el poeta José Carner le consiguió un trabajo más estable en la casa comercial de los Hermanos Tusell que lo envió como delegado de su marca a Egipto.

Allí estuvo hasta el mes de febrero de 1917 y después siguió viajando como comercial por España. Según su testimonio, en esos años la actividad política que había mantenido en su juventud quedó relegada por los avatares de su profesión, pero cuando tuvo noticia de que se estaba preparando la huelga de agosto aprovechó su paso por Oviedo para contactar con Teodomiro Menéndez, Isidoro Acevedo, Manuel Llaneza y otros socialistas e incorporarse al movimiento revolucionario.

Lo que me resulta curioso es la ocupación de Nin primero como encargado de compras de algodón egipcio y luego como representante de una gran empresa textil catalana, ya que este no es un oficio habitual entre los líderes obreros de los años 30, casi todos salidos de las minas o los talleres fabriles. Pero lo que hoy quiero contarles, porque tiene relación con Langreo, es la manera de ganarse la vida, aún más original, a la que tuvo que recurrir en su juventud otro conocido personaje de nuestra historia: Ángel Pestaña.

El sindicalista había nacido en 1886 en Santo Tomás de las Ollas, un pueblo muy próximo a Ponferrada, y pasó su niñez trasladándose en función de los trabajos que su padre iba encontrando. Uno de sus primeros recuerdos fue la fractura de la familia tras una discusión en Béjar donde el padre trabajaba perforando un túnel de ferrocarril. Aquella noche su madre los abandonó para siempre llevándose a su hermana y él ya no volvió a verla nunca.

Más tarde, el padre recorrió otras obras similares relacionadas con el ferrocarril por todo el norte de España. Estuvo en Canfranc, Pajares y Achuri antes de emplearse en una mina de Sopuerta, en Vizcaya, donde el pequeño pudo por fin aprender las primeras letras en la escuela de Las Barrietas y como se le daba bien y quería que no fuese como él, rudo y analfabeto, su padre volvió a llevarlo a Ponferrada con la intención de que un tío gestionase su ingreso en un seminario, encargándose él de costearlo todo.

El tío en cuestión era borracho, jugador y amigo de las pendencias y en vez de cumplir lo pactado lo llevó a pastorear ovejas, hasta que alguien se lo contó a su padre y este lo reclamó a su lado. Ángel Pestaña tenía entonces once años y entró a trabajar como pinche junto a él en la mina de hierro de Cobarón. Desde allí recorrieron otras explotaciones de Vizcaya y Cantabria hasta que su padre cayó enfermo y falleció en Zaramillo dejando al adolescente completamente solo. Pestaña tuvo que buscarse la vida por su cuenta: otras minas, limpiador de máquinas de ferrocarril, metalúrgico, peón de albañil y finalmente el paro y el hambre. Tengo que decirles que los datos que estoy resumiendo están sacados de su autobiografía "Lo que aprendí en la vida". En ella también contó su primera detención cuando solo tenía quince años, con paliza incluida. Fue en Sestao, por intervenir en un mitin defendiendo la jornada de ocho horas y le costó nada menos que cuatro meses de prisión por diferentes cárceles. Después se encontró otra vez en la calle y entonces, junto a otros cuatro hombres, dos mujeres y dos niñas que se encontraban en la misma situación decidieron formar un grupo artístico.

Uno de los hombres al que llamaban Faíco, como el famoso flamenco de la época que inventó la farruca, se iba a encargar de cantar tangos y piezas andaluzas y el resto haría lo demás. Vean ahora lo que ocurrió tal y como lo dejó escrito el mismo Ángel Pestaña:

"De Torrelavega pasamos a Cabezón de la Sal, de Cabezón de la Sal a Llanes, y de Llanes a Oviedo. En Oviedo, con un individuo de Valladolid que encontramos, amigo de Faíco, formamos una ‘Murga Gaditana’, y como era época de feria nos contrataron para un café que se inauguraba aquellos días. El contrato rezaba: ‘Si gustábamos la noche del debut, cinco duros diarios, para todos, naturalmente, y quince días de contrata, y si no gustábamos, dos o tres días, y a la calle’. Gustamos. De Oviedo pasamos contratados para tres días a Sama de Langreo, y de Sama de Langreo a Gijón, por quince días también. Pero en Gijón yo ya no trabajé. No me gustaba aquella vida. Y como lo dije repetidas veces a mis compañeros, y su propósito era seguir haciendo aquello, me sustituyeron".

Nos encontramos entonces con que el hombre que iba ser secretario general de la CNT en 1929, fundador del Partido Sindicalista en 1932 y diputado en Cortes Generales por la provincia de Cádiz en 1937 visitó por primera vez nuestras cuencas mineras para cantar flamenco.

Ángel Pestaña apuntó detalles sobre su mala experiencia gijonesa en la posada de "los Manchegos", que estaba llena de piojos. Según mi amigo el cronista gijonés Luismi Piñera esta posada estaba en el nº 18 de la calle de Numa Guilhou, en el barrio del Carmen de esa villa y en 1911 fue denunciada por hallarse en pésimas condiciones higiénicas. Sin embargo no sabemos dónde se alojó la "Murga Gaditana" cuando estuvo en Langreo ni tampoco el lugar en que actuaron, aunque dado el número de sus componentes todo indica que tuvo que ser en el desaparecido teatro "Pilar Duro" de La Felguera, que fue el más importante de la Cuenca del Nalón y recibió en aquellos años a numerosos cantantes y compañías de todo tipo.

La suya fue una vida dura, después de este episodio aún tuvo que trabajar en otros oficios diversos como temporero en los viñedos, vendiendo confituras, cosiendo suelas de alpargatas y sobre todo como relojero, una profesión que aprendió en Argel antes de dedicarse por completo a la actividad sindical.

En noviembre de 1922 Pestaña, convertido ya en uno de líderes indiscutibles del movimiento obrero español volvió a La Felguera para asistir en el Centro Obrero "La Justicia" al gran debate de las secciones escindidas del SOMA sobre la postura a tomar con respecto al llamamiento de la III Internacional. Él había sido el primer español enviado por el sindicato a conocer de cerca lo que estaba pasando en Rusia antes de tomar una decisión y junto a Avelino González Mallada defendió la tesis de la independencia de la CNT. Al otro lado tuvo a Máximo Sánchez representando al Frente Único y al mierense Jesús Ibáñez en nombre de la Internacional Sindical Roja que se mostraron partidarios de apoyar el llamamiento de Moscú.

Ibáñez le contó a Joaquín Maurín en una carta del día once de aquel mes como Belarmino Lobato, un minero con mucho prestigio entre sus compañeros de Ujo, había intentado en su intervención que Pestaña modificase su postura: "Dijo un discursito justificando la moción del SUM como minoría dentro de la Confederación para ver si Gran Lama sacaba la cabeza; pero ni por esas".

La denominación que Ibáñez utilizó para referirse a Pestaña calificándolo como "Gran Lama" da idea de la importancia que en aquel momento había adquirido el sindicalista. Estoy seguro de que no pocos de los asistentes a aquel acto lo habían visto veinte años antes en otro escenario de La Felguera, pero ninguno lo reconoció como aquel simpático joven que cantaba tanguillos de Cádiz, y por supuesto él tampoco quiso recordárselo a nadie. No es más que una anécdota, pero creo que había que contarla, porque conocer las pequeñas cosas nos ayuda a comprender las grandes historias.

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