En el ambiente de "Veranos de la Vecilla" donde se han desarrollado trece convocatorias, el cruce de aguas del Nalón en el Curueño, en esa era de ocio y esparcimiento, supone un momento cargado de loable simbolismo y es, asimismo, la unión y el afecto de dos territorios hermanos y sentidos.
Y en este aspecto son muchos los asturianos que desde hace muchas décadas han escogido como lugar de vacación y terapia la Vecilla de Curueño en la bella montaña de León. Una representación de estos veraneantes, junto con otros de diferentes latitudes españolas han forjado y puesto en marcha para mantener los recuerdos de otro tiempo un encuentro amistoso y gentil bajo la nominación de "Veranos de la Vecilla" .
En estos años de actividad estival, el rito de las aguas fluviales con los ríos Nalón y Curueño de protagonistas es el emblema de una actividad plena de convivencia y afectividad, amén de un condumio excelso con las viandas más representativas de la culinaria astur-leonesa en donde no faltan la sidra, la cecina y los bollos preñaos.
Fiesta y ánimo en una jornada de remembranza y sentimiento. Y sus artífices, cada año se envuelven en su entusiasmo y buscan lo mejor para que esta reunión siga los cauces de lo correcto con el disfrute y la alegría como pasión. Bien por Enrique M. Iglesias, Gus, Víctor, Chema y Campa, entre otros animosos emprendedores de felices convocatorias del encuentro.
La alcaldesa de la Vecilla, Manuela García Robles, quiere reforzar este festejo estival y darle más solemnidad en ocasiones venideras con la participación de todo el pueblo.
Una fiesta que promete y el hermanamiento "Veranos de la Vecilla", como organización, tributó su homenaje particular a Pipo Mayo de Laviana, el veraneante más veterano y gran estudioso de la historia de este municipio leonés.
Los aires del Curueño y las alturas de Valdorria adornaron con su majestuosa identidad una jornada para el recuerdo.
