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Ernesto Burgos

de lo nuestro Historias Heterodoxas

Ernesto Burgos

La injusta ejecución de Francisco Beceña

La figura de uno de los juristas más prestigiosos de Asturias, que fue asesinado por milicianos socialistas de Langreo en el verano de 1936

Burgos

El nombre del catedrático Francisco Beceña figura en el callejero de Oviedo. También estuvo muchos años en la placa dedicada a los "caídos por Dios y por España" que existía en el edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad Central. La razón es que fue ejecutado en algún momento entre el 23 de julio y el 7 de agosto de 1936 por un grupo de milicianos socialistas langreanos que después hicieron desaparecer su cadáver. Sin embargo Beceña fue un hombre muy crítico con la Iglesia y mantuvo su espíritu republicano hasta su último aliento.

Ahora voy a tratar de explicar el porqué de estos hechos y reivindicar la memoria de quien fue uno de los juristas más prestigiosos de Asturias, presidente del Tribunal de Cuentas, vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales y catedrático de Derecho Constitucional en diferentes universidades.

Debemos situarnos en el día 19 de junio de 1931, dos meses más tarde de la proclamación de la II República y en plena campaña para las elecciones generales a Cortes Constituyentes. Francisco Beceña, ya tenía entonces un dilatado historial como militante siempre fiel a Melquiades Álvarez, primero en el Partido Reformista y después en el Partido Republicano Liberal Demócrata, que en aquel momento estaba abriendo su afiliación a otros republicanos de centro e incluso de derechas, lo que en Asturias era una seria amenaza para las expectativas electorales de los socialistas.

Con todo, Beceña seguía firme en su pensamiento progresista ya que según escribió el catedrático de Derecho Procesal Juan Montero Aroca cuando actuó de ponente en los asuntos más conflictivos que llegaron al Tribunal de Garantías Constitucionales siempre mantuvo una actitud republicana de izquierda sin sectarismos.

Aquel 19 de junio estaba convocado un mitin en el teatro Campoamor de Oviedo donde él debía intervenir. Previamente los socialistas habían repartido panfletos llamando al boicot lo que hizo que unas seis mil personas se hubiesen reunido frente al local para seguir el acto por unos altavoces. En el interior estaba Fermín Landela rodeado por los candidatos asturianos, representantes de los Comités provinciales y cargos públicos del partido y presidía la mesa Melquiades Álvarez con la directiva de la Junta provincial del partido.

Abrió el acto Alfredo Martínez, quien tras hablar de la ideología republicana recibió muchos aplausos, pero cuando le siguió Beceña su discurso fue más combativo denunciando la colaboración que los socialistas habían mantenido con la Dictadura y sus coincidencias con la Derecha Republicana Liberal. Entonces unos alborotadores protestaron desde la parte alta del teatro y en la calle unos 500 jóvenes que venían preparados con piedras y palos pretendieron forzar las puertas para acceder al interior. Cuando unos siete u ocho guardias de Seguridad intentaban convencerlos, su teniente resultó herido por una pedrada.

Entre tanto algunos afiliados a la Juventud Republicana Liberal Democrática se dirigieron hasta los boicoteadores para expulsarlos con violencia mientras Beceña, que había interrumpido su disertación, volvió a tomar la palabra pidiendo un aplauso para el fundador del partido antes de concluir su discurso.

Luego le siguió Manuel Miguel de las Traviesas, pero la atención ya estaba puesta en los enfrentamientos en el exterior. Seguidamente Melquiades llamó a sus correligionarios a estar alerta y cuando intervenía el cuarto orador, Ramón Álvarez Valdés, pidiendo serenidad, una piedra lanzada desde el exterior cayó en la sala. Ante la sorpresa de todos el candidato socialista Teodomiro Menéndez subió al estrado pidiendo que las mujeres abandonasen la sala porque una multitud iba a asaltar el teatro y podía ocurrir una catástrofe.

Algunas hicieron caso, pero otras decidieron permanecer en sus asientos y mientras Melquiades volvió a tomar la palabra para protestar contra la conducta del Gobierno que a pesar de estar avisado de lo que podía ocurrir no había tomado ninguna medida para garantizar la libertad de expresión, en consecuencia anunció que renunciaba a su turno y el acto quedó suspendido.

Cuando los asistentes empezaron a salir a la calle fueron recibidos a pedradas por quienes boicoteaban el acto sin que los guardias de seguridad hiciesen nada por impedirlo e incluso unos cuantos guardias civiles que llegaron para intervenir recibieron la orden de retirarse que les dio un hombre sin uniforme ante el alborozo y los aplausos de los más jóvenes que esta vez sí consiguieron derribar las puertas del teatro arrastrando un telón hasta la calle.

Finalmente, los radicales decidieron defenderse y comenzó un enfrentamiento multitudinario a puñetazos y estacazos hasta que por fin la Guardia Civil a caballo tuvo que cargar disparando contra los dos grupos. En los cacheos posteriores se intervinieron a los alborotadores algunas pistolas y en la Casa de Socorro fueron atendidos cinco lesionados de consideración y otros tres heridos de bala por la Guardia Civil quedaron ingresados en el Hospital, mientras el teatro Campoamor y los aparatos de amplificación instalados en la calle quedaban destrozados. Más tarde también fue asaltado el Círculo Reformista y su documentación arrojada a la calle.

Como consecuencia de estos hechos el Partido Republicano Liberal Democrático decidió retirar su candidatura en Asturias ante la actitud violenta que había tomado la coalición Radical-Socialista. Al mismo tiempo explicó su postura abstencionista porque que aunque quedaba otras dos listas –la Coalición Federal Agraria y el Partido Comunista, que no estaban manchadas por ningún atropello contra la libertad del adversario– sus siglas solo representaban a minorías que no los representaban. Poco después los católicos conservadores de Acción Nacional también decidieron no presentarse.

Como la noticia se extendió por toda España, el Ministerio de la Gobernación decidió mandar un delegado especial para informar sobre los hechos, pero previamente el ministro adelantó su versión: todo había comenzado con la intervención de Francisco Beceña, quien llevado por la pasión política del momento lanzó frases duras y ofensivas para los socialistas que fueron contestadas desde las localidades altas del teatro con insultos. Entonces unos cuantos jóvenes afiliados al antiguo Partido Reformista subieron al lugar de donde habían salido las voces produciendo lesiones a sus autores y arrojándolos del local lo que provocó la respuesta de quienes estaban en la calle. También aseguró que los disparos se habían hecho entre los adversarios y no correspondían a la Guardia Civil.

Días más tarde Melquiades Álvarez lamentó que se hubiese roto la tolerancia y comprensión mutua entre demócratas y socialistas y disculpó a Beceña diciendo que antes de que él hablase ya se podían ver desde el escenario a los grupos de boicoteadores preparados para actuar. En cuanto a su partido, era cierto que estaba abierto a nuevos elementos neutros y conservadores intentando representar a todos los republicanos y por eso era un enemigo muy serio para los socialistas que lo acusaban de haber cambiado, pero su posición estaba clara: "Para que el Partido Republicano Liberal Democrático fuese de derechas tendría yo que dejar de ser su verbo".

Por su parte la Conjunción Republicano-Socialista también hizo público un comunicado culpando de los hechos a la impopularidad de Melquiades Álvarez y a la impresión que había causado a la multitud que estaba en la calle ver salir heridos a los agredidos por los reformistas lo que originó su reacción espontánea y violenta.

Todo debería haber quedado ahí, pero alguien juró vengarse de Francisco Beceña y en cuanto tuvo ocasión satisfizo su deseo. El 18 de julio de 1936 el jurista se encontraba en Cangas de Onís pasando el verano antes de viajar a Suiza para someterse a una revisión médica y cuando llegaron noticias del alzamiento militar los más allegados le recomendaron que abandonase la zona para cruzar hasta León. Sin embargo él no temía nada de ninguno de los dos bandos porque según su razonamiento nada había hecho contra ninguno, entonces decidió seguir su vida con normalidad y se fue a cazar hasta San Juan de Beleño en el concejo de Ponga.

Fue detenido al día siguiente y trasladado de nuevo a Cangas, aunque esta vez a la cárcel. Según Montero Aroca, los milicianos de Sama se lo llevaron después en una fecha no determinada para ejecutarlo en Langreo. Lo mismo recogen otras fuentes como la enciclopedia Espasa, dando una fecha concreta del hecho: "fue conducido a la cheka de Sama de Langreo la noche del 6 de agosto de 1936" y también en la inscripción de defunción que está en Cangas de Onís consta que la muerte ocurrió en Sama. Sin embargo para el profesor José Antonio Tomás Ortíz de la Torre Beceña nunca llegó hasta la cuenca minera y fue asesinado en el trayecto.

Yo creo que cabe la posibilidad de que el responsable que ordenó la operación le odiase tanto que quiso verlo morir personalmente en Sama. Nunca lo sabremos, pero lo único seguro es que Francisco Beceña no merecía morir así.

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