Dando la lata

Tontos agraviados

Las absurdas quejas de algunos a quienes no les tocó la lotería de Navidad

Ricardo V. Montoto

Ricardo V. Montoto

Me temo que la expresión "hay más tontos que botellines" se nos queda corta.

En la cola del supermercado escucho las protestas de una pareja por no haber sido agraciada con el premio de la lotería. No es que manifiesten disgusto; no, lo suyo es enfado, y de los de aúpa, porque se consideran con derecho a que les toque el gordo como a los demás afortunados y no acaban de aceptar que la suerte les haya esquivado cuando ha sido tan generosa a su alrededor. Lo interpretan como una discriminación y una injusticia. Y salgo del establecimiento cariacontecido, intentando asimilar que exista gente tan estúpida, que no es fácil. Y es que, lamentablemente, estamos rodeados de idiotez. Sólo así puede explicarse que los que repartieron la suerte en Moreda y Mieres e.tén sufriendo el acoso de unos cuantos tontos, pero que muy muy muy tontos, que los insultan, amenazan e, incluso, dañan sus propiedades.

Sin duda se trata de tarados mentales que no entienden cómo funciona esto y que, además, viven corroídos por la envidia. Y desde luego que no es plan de perder el tiempo procurando explicarles de qué va el asunto de la fortuna. Lo que necesitan es un tortazo en condiciones. Continuarán siendo idiotas, que eso no tiene arreglo, pero más tranquilinos y quietos. Porque hay gente que no debería andar suelta por ahí. Y un tonto envidioso puede convertirse en un peligro si se dan las circunstancias propicias. Y lo que ha sucedido con el gordo de la lotería lo es. Porque se siente agraviado, perjudicado, una víctima. Y entonces su raquitismo cerebral le impulsa a tomar cartas en el asunto a su estúpida manera, lo que supone un riesgo notable para la población. Tonto, envidioso y, además, con iniciativa: una bomba ambulante.

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Algunas hermosas, felices; otras son un espanto. Pero también las hay como la que hoy les cuento, que son como para gritar aquello de "¡paren el mundo, que me bajo!".

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